La paz del festivo trae cierto confort por el discurso del Rey pero, a su vez, la tristeza de los días sin pan. Pasar los festivos, digerir el marisco que no se catará en medio año, son hitos de estas Fiestas. Ahora parece que todo ... se enlaguna, y las siestas son más siestas, aunque haya algo de la Navidad de Dickens en el mal dormir de los que dormimos mal. Por eso, las fiestas hay que pasarlas con disciplina, una buena lectura, algo de deporte por el pinar. Si no, todo trae la grisura de un domingo con partidos malos o sin partidos de Liga.
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Ahora en Navidad hay como una catarsis, que nos creemos de mentirijillas. Quizá el ritmo del ultimo día del año, su posterior noche con guaquete y uvas, dé la sensación de aquella juventud y aquellos cotillones en que parecía que todo estaba por hacer. Nos dimos cuenta, al día siguiente, de que los platos estaban ahí, de que sobró jamón y queso. Y de que bebamos o no, el trasnochar no hace bueno, siquiera sea en dosis mínimas.
Yo, en fin de año, dormiré lo máximo posible. No llegaré a las uvas, porque he elegido la ansiada soledad. Intentaré despertar al año nuevo con fuerzas hasta que salga el BOE y se me vuelvan a caer los palos del sombrajo. Aunque eso es el futuro. Ahora tocan otras prioridades; besar a la familia con o sin espíritu navideño, aprovechar la libranza de las fatigas para una montería o una mañana de senderismo. Con esto, quiero felicitarle el año. Este año duro, difícil, complicado y marrullero que diría Serrat. Es espera de otro que igual nos trae ya la alegría. Y el Niño, siempre, que da algo más que la devuelta.
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