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Los agricultores son todo. Frente a los urbanitas que se calzan 'chirucas' los días feriados, ellos sí que llevan el peso de ser la sal ... de la tierra y el milagro del pan en las mesas, y los garbanzos en el cocido: la España rural que ahora venden los 'snobs'.
Y hay enfado en los agricultores de esta tierra y otras tierras que no gozan de los privilegios barretinos. No es una mentira sus banderas, socarronas, de «yo también quiero ser catalán». Ocurre que si cultivas floripondios en el Penedés tienes garantizado el seguro mientras que en el resto de esta España nuestra hay que estar pendiente del pedrisco y del BOE para ver si el sol sale por Antequera.
Está bien que los braceros, los tractoristas, los vendimiadores, los molineros y las molineras se levanten transversalmente ante el Gobierno y los silencios y miopías de la oposición. El país está siendo devorado y a quienes nos han de salvar de las hambrunas se le trata con la punta del pie. Dicen que el mogollón catalán se ha tranquilizado, pero en eso sólo hay el catalanismo insolidario, perdón por la redundancia, viene con sus lloriqueos y milongas del 'federalismo asimétrico'. Formas de llamar a quienes parece que hay que agradecer que no conviertan la nación en la Yugoslavia en ruptura. Illa, al que el otro día me lo crucé en los 'madriles' con mis 'intrusismos' pidió fuerza al PSOE, con todo el rostro fenicio de quien afrontó la pandemia como la afrontó y se le premió con un virreinato.
A veces hay que tomar las calles, las carreteras, y decir basta ya. Los cuidadores del suelo y del suelo, los agricultores, siempre me tendrán con ellos.
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