En recuerdo del desconocido

Muebles de angelotes barrocos, que lo que tenía Toni en Elche era un Rastro soñado. Aquí una Singer, allí una campana de barco, más allá un nudo marinero imposible de desenmarañar. Fue un hombre que hizo del arte de vivir una metáfora de coleccionar. No era Erik el Belga, pero algún 'escuela de Goya', alguna Virgen románica, tenía adquirida de manera legal. Hay quien con quien tres perras le da al bingo y con quien tres perras le da a la cultura.

En su palmeral se sentaba. Ajeno a todo, incluso al wasap. Calzaba el teléfono más sencillo. Y se ha ido quien en esa capital del dolor que es Madrid más y mejor la técnica fotográfica enseñó. Se ha ido en ese rincón de España mal comunicado que, quizá, por eso, era su paraíso. Su Macondo. A Toni lo he querido traer hoy al periódico porque, por oídas, llevaba la vida que yo quisiera llevar.

Toni se ha ido. Con el dolor de mis mejores amigos, que eran los más suyos. Ahí queda una buena persona que enseñó la técnica y no se llevó ni un premio. Nada. La existencia, muchas veces, te hace pasar por el mundo mejorándolo. O quizá con el chasquido de una cámara en el Rastro de Madrid o en el puestecillo de un anticuario de la parte de Cuenca.

Mi amigo Nachete ha llevado el dolor sordo de una parte a otra de España.