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Recordarás también este verano, del trópico y la Vuelta. Cuando la era pareció una parrilla y el pino olía diferente. Cuando olvidaste la manta. El calor, siempre, que te lleva a otros fotogramas de más atrás, cuando también ardía el llano, y en la recta ... a la playa creías ver agua aunque sólo era eso: un espejismo en la regional.
El verano era 'el verano' allá en el norte, pero siempre con Sandra, a la que nunca dijiste nada hasta que te armaste de decencia y, cerca de las olas, hablasteis de amigos comunes y hasta de las Perseidas. Tan diosa, bajó de donde fuera hasta ese punto concreto del Cantábrico donde quiso Dios que supieras que existe el Cielo, que no se te vedó en esos días.
Jamás supo que rimabas y la rimabas. Por eso intentabas que las noches fueran de rebequita, pero rasas. Por cruzarte con ella en ese paseo donde quisiste creer que sonaban por ti cohetes nocturnos. Volvía de correr, tú también, y ella te saludaba con un «hola» mudo, delineado en sus dientes perfectos que eran las estrellas más bajas sobre el horizonte.
En ese verano todo fue posible. Quedaste con ella, al final. Una noche, una larga noche. Tranquilo majete, y ya fuiste uno más en ella y de los más suyos, guardando la pasión y malvendiéndola como amistad. Ese mal menor que siquiera te permitía rozar su bronceado pálido.
A las primeras tormentas todo se deshizo... hasta ayer, que la viste de muy tarde, a la orilla del río y corriendo. Iba sola. Pensaste que ni siquiera el sanchismo le ha dejado mácula.
Ayer te golpeó un verano que son todos. Llegaste llorando a casa cuando cerraron el bar.
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