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Verás que han pasado los años. Que te sentiste, a la postre, tonto, haciendo pan en la casa en una mala mezcla de levaduras y ... desesperanzas. No salimos más fuertes, salimos con el alma hecha papilla y ese SIDA chino no nos inmunizó para nada en lo moral. Se veía venir la falta de músculo, la observancia de lo decretado como única ley verdadera. Todo lo que España llevaba amasando desde antaño se desbordó en la más dolorosa picaresca.
Cinco años no son nada o son mucho. Sentimos el temblor, el hastío. Hasta nos pusimos con el sentimiento trágico de la vida. A mi casa, abierta frente a restricciones espurias, venían los vecinos. Los primeros días penamos por una baraja de cartas. Un lujo que nos llegó por mediación de un militar al que siempre estaremos agradecidos. Las pupilas se iban adaptando a lo cercano. El sol era un reflejo. Llegó a nevar en el confinamiento ya siendo casi abril, pero nadie lo contó. Los días se repetían inanes. El populismo vio el caldo de cultivo idóneo. No había más oposición que los negacionistas, que los y terraplanistas, que salieron cuando nos dejaron salir como 'papanoeles' peñazo del Ejército de Salvación en cada esquinazo de la ciudad y del pueblo. Fernando Simón se fue a hacer surf, a Illa lo premiaron con Cataluña.
Los muertos no son los que son y los supervivientes van viendo que todo organismo llegó al colapso. Incluso la democracia. Y los culpables se van salvando por el alivio de tiempo y la indolencia. Así pasaron los años. El género humano, especialmente por Iberia y con cargo público, dejó mucho que desear. A los héroes de aquellos días los han silenciado.
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