Pasó San Valentín, el carnaval, y queda una Cuaresma que se respetará o no, pero cae por sobre los campos y el pueblo un tiempo enlagunado, tristón. Se va a meter un día de primavera, algún día suelto que no puedo adivinar. No sé si ... lloverá, pero ahora, en estos días de nadie y de todos, hay que relativizar el presente. Quién nos iba a decir hace unos cuantos febreros que todo iba a ser susceptible de empeorar. Que la vida y la muerte iban en serio según el poeta.
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El problema es que el Ser Humano, desde Altamira o antes, puede sobrevivir al Apocalipsis y volver a promover otro por matar a sus semejantes. Escucho ruido de sables, pero quiero creer y creo que no llegará la sangre al río, y que habrá, casi en el descuento, alguien con cerebro que pare esto. Quizá porque en el mundo no todos son Sánchez, y existirán diplomáticos, consejeros, teléfonos rojos y semejantes que renieguen de un sátrapa o del Dios que se imaginaron unos psicópatas y vuelvan a la paz, al siglo XXI, que también es problemático y febril. Muy problemático y muy febril. Como en el tango, pero ya con conocimiento de causa. Y de causas.
Hoy votan por el noroeste, hoy sacarán al perro en Comillas y en Marbella. Hoy será un día como tantos en el que, pese a todo, hay que poner una sonrisa. No queda otra. Aún, eso sí, llevamos el luto sostenido por la Guardia Civil, la que siempre nos protege y de la que sólo nos acordamos cuando atruena, y tiene pinta de que atronará. Como de Santa Bárbara.
Que llegue ya marzo, rediós, que lleguen las amapolas... Mientras, a aguantar con paso corto, vista larga y buena leche...
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