Se llama Soledad

Quien les escribe sabe de soledades no buscadas. De las que no dan ni para una novela. Hay una cafetera, antigua, que mira la miro en ese diálogo que se establece con los objetos. Aplaudo la decisión del Consistorio, claro. Porque los días sin los nietos son un suplicio, y cualquier remedio es bienvenido. Las aficiones solitarias pueden tener un pase, pero el hombre es un animal de relaciones y sí, poco se ha escrito de esa epidemia silenciosa de la soledad. Con la covid parecía que iba a arreglarse, tras la liberación civil, eso de la interacción entre las personas, pero la necesidad del otro se va dejando por muchas razones de esta vida moderna que no sé a dónde nos lleva. Toda una vida de bregar para que ni haya voces ni ecos en lo más cotidiano. Es una injusticia, sí, pero una injusticia en la que es complicado repartir las culpas.

La tendencia a la soledad de quienes nos han precedido irá subiendo. Hay que procurar que la foto familiar que cuelga en el salón cobre vida. Siquiera sea de sábado en sábado. Hay toda una sabiduría en los mayores que nos dan, de seguro, las claves para afrontar el mundo actual. Que se llama Soledad, cantaba Sabina...