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Ya, en nada, llegarán las Fiestas e irá boqueando agosto: un doble placer tras tanto escarnio al cuerpo. Ahora sí que hay que salir y disfrutar las calles, con moderación y con el mensaje tatuado del 'carpe diem'. Las Fiestas, las que sean, nos ... unen a la tierra y pasan por el cinematógrafo de lo dulce que lleva la vida aparejada. Un tren de Madrid se retrasará, todo es más que posible, pero la ciudad sabrá divertirse como nunca y como siempre. Tiene todo otro sabor. El amigo, la novia, la musa vestida con el bronceado verdadero y pálido del Cantábrico, pasarán frente a las gafas de sol sonrientes. Todo es posible cuando a agosto se le da la puntilla. Ya están los andamiajes de la noria montados y quizá, aunque sea mentira, huele a algodón de azúcar.
Llegarán las Fiestas, madrugadoras como maitines, y correrá por el llano y el grupo de WhatsApp un viento dichoso, ufano de que todo evoluciona. Y en el coso de Zorrilla seguirán los gladiadores, que es lo mismo que decir que la España que quieren desbaratar y no pueden. Yo, intruso, ahora que llego a la primera vuelta de madurez voy pensando en las fiestas que no he estado, y en que todo es cíclico y quizá el mojito de ayer, ahora, sea el mismo de cuando entonces. Se trata de nosotros mismos, del orgullo de seguir siendo residentes en la tierra.
Verán ustedes que el ánimo sigue intacto, refrendado por no sé qué dioses que trae la declinación de agosto. Serrat cantaba lo de «gloria a Dios en las alturas» y sí. Todo está por estrenar, y con eso, septiembre llegará y nos quitará las condenas a ritmo de la resucitada dulzaina.
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