Ya dije que sería la gloria, y la gloria fue. Ha pasado una semana, y queda el registro. En el pinar, en el alcor, atronó un grito sano de España. Precisamente esa sana españolidad, 'fueraparte' de los excesos en Cibeles, devolvió cierta ilusión perdida. Era ... fútbol, pero no sólo fútbol. Todo tuvo algo de milagro, pero yo sentí un cosquilleo entre tanta desgracia.
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Hace calor, y aunque la burbuja vaya disminuyendo, mi perro de porcelana, Lupo, sigue con la bufanda puesta. Decía César Vallejo, con la tristeza de equipaje, que fue domingo en las claras orejas de su burro peruano del Perú. Fue domingo, también, como hoy. Que la RFEF tenga sus cosas sabidas tiene tela, pero un directivo no se coloca unas medias. Esta Eurocopa me ha reconciliado con muchas cosas; con la verdad del balompié demostrada a sus fundadores.
Escribo de fútbol porque sí, porque esta tierra hoy recalentada lo merece. Porque a la distancia se ve mejor este mes pasado en el que de la desconfianza se ha pasado al fútbol artesano, al fútbol vistoso. Luego llegará septiembre con otros domingos, domingos que serán distintos, y ya el televisor se nos vuelva tristeza o rutina. Escribo porque fracasé en el fútbol, y el fútbol me trae recuerdos de Manolo Alcántara, que sabía de memoria las alineaciones como recitando a Quevedo. Este pasado domingo, y yo tenía razón por acuñarlo en este papel tan querido. Ya, en una semana, nos meteremos en otras cosas. En la pesadez del verano que se ha colado. Sirvan estas líneas para reivindicar una camiseta y maldecir a aquellos que han hecho del escudo su canonjía, su cortijada.
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