Llega el domingo catalán. Y paisano, piensa por qué sabemos de la sequía de allí, y nadie habla de la sequía de gentes, de recursos, de aquí. No quiero comparar tierras, sino poner en valor que eso que llaman espíritu democrático, es, en el ... mejor caso, votar con una pinza o una mascarilla. Sobre todo allí, donde los que defienden esta bella lengua en la que nos comunicamos, la fuerza de lo que fuimos, son anatemizados en un Ku Kux Klan orquestado por Putin. Votar es un sano ejercicio, lo malo son las candidaturas. Desde la Transición hasta aquí, todo ha ido degenerando, según Belmonte.
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La democracia tiene estas cosas. A mi buzón no llegan los libros, las cartas, porque alguien las coge y quizá se las dé luego a las gallinas, quién sabe. Sé que papeletas electorales han aparecido lejos de su destinatario, y así y con eso, nosotros también habremos de pensar qué Europa queremos. En breve. Cuando aprieta la calor. La columna de hoy viene por eso. A valorar la democracia, a defenestrar a sus enemigos metidos con calzador ya sabe usted dónde. Intente ir a la bella Extremadura en tren, y pregúntese si el viaje es democrático o justo, que deben ser términos hermanos en lo que creíamos que era España.
Se verán las catalanas, por la noche, y muchos se acordarán del milagro de Fátima que se conmemora mañana, no tan lejano. La primavera da para todos. Para niños de Primera Comunión de la mano de sus padres en la 'fiesta de la democracia'.
Digo todo esto, para que el domingo no se le amargue. Que apague la tele y se preocupe por su barrio más cercano, por su hijo el que hace el MIR en Cataluña.
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