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El sueño se frustró y tuvimos una Nochevieja amarga en casa. Aborto natural. Y ella sufrió, como sufriría Isabel Díaz Ayuso en lo suyo. La cosa es que entre dimes y diretes de mi madre, a la abuela, se le escapó la buena nueva. Y ... a mi hermana también. Es niña, dicen los galenos, pero yo ya he jugado con los apellidos y el nombre: Triana Capote. Le pido a Dios, al que sea, que me deje disfrutar ese sucedáneo literario que es una sobrina. Dice Pery que ya tengo cara de tío, y me lo dijo, veinte minutos después. Hoy hablo de mí mismo y abro la prosa a quienes me quieran oír.
La historia es la que es: le dije a mi hermana que Lupo, ese perro mío de los pinares y con temperatura de porcelana, ya sabía lo mío. El perro no me habló, y fui a las fuentes, es decir, a mi hermana, a ver qué nuevas traía. Me habló de bloqueo electoral hasta que se dio cuenta de que el tío (padrino no, soy diletante reconocido) sabía más que los ratones 'coloraos'. La criatura nacerá con un nombre que ya he propuesto, y que fue el del primer intento: Triana.
Mi hermana es mi padre sin saberlo. En esa sobrina yo tendré que decir algo. Años de asesores de becerrista merecen que mi sobrina, de apellido Capote, como Truman, se llame Triana. Soy tío para ganarme el 'Romero Murube' y epatar a las musas a las orillas de los ríos castellanos, que ya, ya llevarán agua.
¿Cómo lo ve?. Yo lo veo bien, porque vivirá en un mundo mejor sin que la Agenda 2030 le haga un Auschwitz en verde.
Por lo demás, yo en Ávila pasaré estos días. Revoloteando al solano. Sin vivir en mí. Y tan alta vida espero...
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