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Agendillas 2030, compromisos fatuos. Vueltas y revueltas a la amnistía, y el cereal no sólo se muere, sino que ya no es un alimento cargado de futuro. Más bien de pasado. Normal que el campo explote, pero no ahora, de siempre. Graneros nuestros, la ... gorra verde y el tractor los días que el cielo no trae pedrisco. Lo mismo aquí que a la vera feraz del Vinalopó. Nadie, o pocos, sin intereses de poltrona, les han dado la mano. Y lo que tampoco van a hacer es quejarse en círculos de debate. Ojalá que en todo haya paz.
Y llevan diciendo 'basta' desde la pertinaz sequía, si bien en otro tono que, cuando entonces, la queja, como mínimo, tenía pena de cuartelillo. Y así ha sido. A Roma llevábamos ánforas de aceite, y de Roma para abajo nos estafan con lo nuestro. Luego está China, que después de la pandemia, y antes, anda dedicando sus esfuerzos a llenar los alrededores de Pekín de olivares altivos y de crear allí una raza de puerco ibérica, que una cultura milenaria es exquisita por fuerza.
El campo llama, y no se le quiere abrir. Apenas compromisitos. Desde siempre, desde que con Europa tuvimos que arrancar vides, naranjales. Desde que comemos naranjas de Marruecos, y obviamos los cítricos de los Arribes, que son deliciosos. Que el clima los permite con esa magia de los sabores ganados a la orografía y el Hombre entre bancales.
Hay que escribirle al campo, ahora que quizá los tractores van al agro a aprovechar las que quizás sean las últimas lluvias de nuestra inocencia. En este país, parece que, desde antaño, miramos a quien exige dignidad y justicia por haberle sacado a Pachamama una joya como un espárrago de Tudela de Duero.
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