Otra campaña

A algunos mítines fui en otros tiempos, y vi subirse al candidato a un globo aerostático amarrado a tierra. Anécdotas de un tiempo feliz porque uno era más joven y aún se creía en la algarabía desaforada de los carteles. Se coincidía con mayo, y las amapolas siempre parece que adelantan un tiempo de bonanza que será o no será. Que en eso, los parias de la tierra, tenemos poco que decir. Como en todo. Se agriará la cosa aún más cuando mayo más caliente, pero será papel pintado, teatro, un chau chau que no muere y que nos mata.

Hablarán sobre pueblos que mueren, muertos sin pueblo y sin registro, médicos para una comarca entera que pasa sed y por donde los fonditos de la resiliencia pasan, berlanguianamente, de lado. Y de la leña del árbol caído y calcinado en la Sierra de la Culebra, de pavimentación, del Cid y de peatonalizar conforme y según.

Ya ve uno la campaña desde encima, al borde de los 40, como esa fiesta de la democracia que nos arrasa. De la que se sale como salían de las trincheras de Verdún. Voten, sí, pero no se amarguen. El derecho al pataleo es indisoluble de ir a ver a la urna. No hay que hacerse mala sangre. Hemos cumplido como ciudadanos informados, y así ha de ser. Enjuagues y las fontanerías nos deben afectar lo justo.