Ya está todo hecho porque la justicia poética siempre permanece y brota entre la bronca. El Jeros entrará en el callejero pucelano porque es tan pinciano como Felipe II. El del medio de Los Chichos se nos apareció a Estopa y a mí en un ... verano en Marbella. Tenía yo entonces 16 años y un amigo que en la cuna de la jet, en las colinas marbellíes, nos convidaba a la felicidad de la abundancia en una casa con piscina en forma de riñón 'hollywoodense'. Jeros es Valladolid, y un transeúnte en esa zona de nadie que a veces baja a la rumba y a veces sube al flamenco.
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Su remembranza trae también rumores de descampados en Entrevías, ni más menos. La historia de Juan Castillo con el chivato que fue a 'pucabar'. Romancero del extrarradio, le puso música al suburbio, sonido caño roto, un seiscientos en una casete en una venta a medio camino entre Burgos y Sevilla. La transición se cantó, además de en las melodías de los cantautores de guitarra de palo, en el flamenco desesperado del extrarradio. Y Jeros ahí estuvo, adobando de 'oripandó' (en calé el amanecer y su magia) una España, camisa blanca de mi esperanza.
Barrio La Victoria, calle Fuente el Sol 49. Escalofrío que siempre arranca una lágrima. Todo el mundo se acordaba de qué hacía cuando cayeron las Torres Gemelas; todo el mundo recuerda cuando y cómo le llegó el pellizco de 'Ni más ni menos'. Jeros, verdadera memoria histórica, un juglar de lo que debe ser la verdadera memoria histórica. Hoy domingo, mañana lunes, el año que viene, saldremos a celebrarlo con una camisa de colorines, a pecho abierto, aunque sea noviembre.
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