Un librero competente y bien informado recuerda al médico de cabecera que conoce las flaquezas de sus pacientes y les receta el analgésico o la vitamina precisa para atajar un problema de salud o para superar un estado de melancolía. Al fin, los libros ... ensanchan la mirada y actúan como herramientas que iluminan las regiones oscuras del alma.
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Jesús Martínez lleva treinta años al frente de la librería Alcaraván de Urueña. Es decir, que puso la primera piedra de ese edificio gigante que sería después La Villa del Libro, el insólito pueblo español de doscientos habitantes que, sin carnicero y sin panadero, cuenta con diez librerías. Llegó a Urueña desde Madrid, con el rodaje adquirido en dos librerías de viajes y aventuras. Alcaraván, siguiendo el rastro del Centro Etnográfico Joaquín Díaz, se especializó en antropología, costumbres y literatura. Su pasión por los libros arrancó en la adolescencia, de manera que la lectura le ha refinado el espíritu.
Ahora que entra en esa edad en la que ya se vislumbra la jubilación se ha convertido en un erudito que habla con conocimiento no solo de los autores clásicos como Baroja, Pla, Jiménez Lozano, Delibes, Landero o Trapiello, también conoce de primera mano a magníficos autores que juegan en segunda división por el hecho de que sus libros aparecen en sellos de menor fuste, a veces cuasi malditos. Y ahí, en ocasiones, se ponga hasta erudito hablando de los pormenores de la vida de Tomás Salvador o de Eduardo de Guzmán, dos escritores de fuste, situados ideológicamente en bandos contrarios, nacidos a principios del siglo XX en Villada, pueblo palentino de Tierra de Campos. O de Justo Vila, refinado escritor extremeño cuya obra apenas sale de su tierra. Lo cierto es que, como los conoce, los ensalza.
Porque lo bueno de Urueña es que, entre semana apenas si llega a las librerías un goteo de clientes discretos, tipos desocupados con los que se puede pegar la hebra, pero en medio de tantas horas muertas, Jesús lee con encono, es decir, devora. De manera que luego puede hablar a sus clientes con conocimiento y contagiarles su entusiasmo. Y hasta cierto desdén o desapego hacia algunos autores mediocres que cree que están sobrevalorados. No se muerde la lengua.
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Otra de sus pasiones es la ornitología. De ahí que cada día, a primera hora, salga a dar un paseo por los campos que circundan la muralla con los ojos y el oído atento al vuelo y al canto de los pájaros. Los años de observación le han dado destreza y refinamiento. En definitiva, estamos ante un librero sabio y sensible que, dando la espalda a Madrid, abrazó el sueño de vivir en un pueblo. Y, a su manera, lo ha conseguido.
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