

Secciones
Servicios
Destacamos
Cuando el ejército ruso invadió Ucrania el pasado mes de febrero con el propósito de restaurar su imperio perdido, Vladímir Putin convocó a sus cronistas ... oficiales para añadir a la potencia de las bombas el argumento histórico que justifica, según él, la reconquista de aquella tierra, que era gobernada por Rusia hace más de dos siglos. Ahora, tras la retirada de su ejército desde Jersón a la ribera este del Dniéper, los voraces planes del presidente ruso están en peligro.
En ese escenario de repliegue, los asesores del Kremlin refuerzan con la historia su creencia en la legitimidad de la ocupación de Ucrania y la grandiosa memoria de aquel imperio. La guerra de Ucrania se libra ahora desde el aire, pero el caudal inagotable de la propaganda, inspirada en la trasnochada crónica de la Gran Rusia, sigue siendo útil para alimentar a la opinión pública y enardecer el patriotismo de las tropas en campaña.
No hay mejor argumento sentimental que las reliquias nobles para elevar a la categoría de derecho la reconquista de un territorio disputado. Mientras las fuerzas ucranianas avanzaban esta semana hacia la ciudad portuaria de Jersón, ocupada por los rusos desde el pasado mes de marzo, los asesores del Kremlin enviaron a esa ciudad sitiada un equipo de expertos arqueólogos en misión especial: robar los huesos del príncipe Grigory Aleksandrovich Potemkin depositados en su tumba escondida en la cripta de la catedral.
Fue Potemkin quien llevó a cabo hace más de dos siglos la conquista de Crimea tras exponer a la emperatriz Catalina la Grande, su amante, los detalles del ambicioso plan imperial: la creación de la 'Nueva Rusia', el inmenso territorio que se extendería desde el Polo Norte hasta el sur de Ucrania y las costas del Mar Negro. El equipo de arqueólogos descendió por un estrecho pasadizo hasta la cripta de la catedral de Santa Catalina y allí fue exhumado el pequeño ataúd de madera que guardaba los huesos de Potemkin, cuidadosamente numerados, metidos en una bolsa negra.
El gobernador ruso de la ciudad de Jersón declaró que los restos del gran militar y estadista Grigori Potemkin fueron depositados en un lugar secreto y seguro, al otro lado del río Dniéper, junto a las estatuas de otros venerados héroes rusos, mientras las tropas ucranianas se estaban acercando a la ciudad.
El saqueo de la tumba de Potemkin es uno más de los esfuerzos de Rusia para borrar las señas de la identidad ucraniana. En su reiterada obsesión por liquidar la existencia de Ucrania, principal objetivo de la propaganda de Putin, el ejército ruso ha destruido y saqueado sistemáticamente los tesoros ucranianos, incluidas las iglesias ortodoxas, los monumentos nacionales y los sitios más destacados de la historia y del patrimonio cultural. Sin embargo, ocho meses y medio de guerra han cambiado la imagen que la opinión pública occidental tiene de los ucranianos y de su país, el pueblo desvalido que libra un combate desigual, cuarenta millones de ciudadanos que no se parecen en casi nada a los rusos. El dogma propagandístico de Vladimir Putin y sus malabarismos históricos para demostrar que «Ucrania no existe», ha sido ya derrotado fuera del campo de batalla.
La marea permanente de esa guerra sin tregua y los bombardeos desde el aire que no cesan cambian cada día las líneas del frente sur de Ucrania en los últimos meses. Con las potentes armas suministradas por Estados Unidos y los países de Europa occidental reforzados por sus mortíferos drones caseros, Ucrania tiene ahora la ansiada superioridad de artillería en los territorios disputados, sostienen los analistas militares. El ejército ruso sigue siendo, sin embargo, una fuerza bélica formidable, con misiles de crucero, millones de proyectiles de artillería y la reciente movilización de 300.000 soldados que deben ampliar el campo de batalla, aunque muchos de ellos estén poco entrenados y mal equipados.
El esfuerzo bélico pone de manifiesto la determinación de Vladímir Putin de ganar la guerra a cualquier precio, incluido quizás su arsenal atómico y el uso romántico de los restos de Potemkin, cuyos huesos bien podrían llegar a Moscú y ser recibidos con un fastuoso espectáculo televisivo del ultranacionalismo ruso más grosero. El protagonista de aquella hazaña, el mariscal Gregorio Alexandrovich Potemkin no dudó en aplicar ese método de la propaganda, cuando la emperatriz Catalina recibió al emperador de Austria en visita a aquellas costas recién conquistadas de Ucrania y Crimea.
A modo de decorado teatral, él hizo construir varias aldeas de notable belleza a orillas del río Dniéper, rodeadas de falsos árboles y jardines, pobladas por actores disfrazados de felices labradores de la nueva Rusia. Los ilustres visitantes pudieron admirar el espectáculo desde una colina con vista panorámica excelente. Por razones de seguridad, los invitados no podían acercarse a las aldeas falseadas y el engaño se mantuvo a prudente distancia. Potemkin ordenó también construir en Sebastopol un falso arsenal y una aparente y formidable armada, cuya admiración atrajo durante años a miles de personas.
Sostienen algunos estrategas occidentales que en Jersón, la ciudad fundada por Gregori Potemkin hace dos siglos y medio, se va a jugar en los próximos días la batalla decisiva de la guerra de Ucrania. El ejército ruso está arriando ya sus banderas, y si perdiera el control estratégico de esa ciudad, el impacto psicológico sería considerable. La península de Crimea ocupada por Rusia se encontraría bajo la amenaza de un ataque directo ucraniano. Putin es buen jugador de ajedrez, pero ya ha perdido su rápida victoria en esa partida.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.