Inés Arrimadas, durante la comparecencia con Emiliano García-Page, en la que reiteró este miércoles su confianza en que Mañueco mantenga el pacto de Gobierno. ISMAEL HERRERO-EFE

Jefes

«Bastante malo es que te rodeen diez mil sioux cabreados como para que además Custer te patee la espinilla»

Antonio G. Encinas

Valladolid

Domingo, 12 de septiembre 2021, 08:24

Cuando uno milita en la infantería laboral y va por ahí a pecho descubierto, ¡a mí las balas!, espera que los otros tengan mala puntería. Eso lo primero. Luego ya, si es posible, que desde la retaguardia no haya nadie de los suyos que le ... pegue un tiro traicionero por envidia, viejos rencores o conveniencia. Y si la cosa se pone peor, que en la cúspide de la empresa/partido político/equipo haya un líder que acuda al rescate con caballería, panzer, cazas, bombarderos y lo que haga falta. Bastante malo es que te rodeen diez mil sioux cabreados como para que encima el general Custer se líe a patearte la espinilla.

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Ser un jefe-escudo es mucho más sucio, porque se te llena el terno de esquirlas que eran para otros, así que hay quienes prefieren ver la batalla con anteojos y a caballo, que siempre facilita la huida si es preciso.

En Castilla y León hay una tropa política que tiene a su líder al galope sin mirar atrás. Vestidos de naranja fosforito, que siempre facilita la diana enemiga, y en minoría, recibieron un sopapo parlamentario encabezado por sus socios. Aturdidos, miraron a lo lejos y su líder impoluta, inmaculada a pesar de todos los errores que ha cometido, respondió con una loa al socio que aún tenía el filo ensangrentado. Treinta segundos de «confío en él», «es una persona cordial» y sumisión sin condiciones. Ni una reivindicación propia de los suyos, protagonistas en la gestión pandémica, por ejemplo, o sostén del Gobierno de coalición cuando se desató la moción de censura. La misma líder que cuando visitó a su socio no se dignó a saludar a tres de sus cuatro consejeros, entre ellos la ahora apuñalada, Verónica Casado, sin carné de partido pero bajo su bandera. Como habría dicho Gila, ¡a cubierto, que vienen los nuestros!

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