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Salvatore Benintende. AP
Jane Doe

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La cantina del calvo ·

Todo se torció el día en el que dos fuerzas políticas no se pusieron de acuerdo para formar gobierno

Miércoles, 31 de julio 2019, 08:04

Yo diría que tendría trece o catorce años. Lucía con gracia y orgullo una camiseta blanca de MUSE y tenía la sonrisa más bonita que recuerdo haber visto en mucho tiempo.

Sentada en la fila superior junto a sus padres, me fijé en ella en ... cuanto ocupé la localidad del Wanda Metropolitano que ponía en la entrada. No sabía que pudieran entrar menores de edad al concierto y supongo que eso fue lo primero que me llamó la atención. Era la suya una expresión a medio camino entre la ansiedad y la excitación, y, sin darme demasiada cuenta permanecí unos segundos observándola –práctica esta, la de examinar el comportamiento de las personas, que, asumo, un día me traerá algún que otro disgusto–. Con las manos sobre las rodillas, trataba infructuosamente de contener la agitación que le forzaba a mover las piernas para liberar su desasosiego sin perder detalle de lo que sucedía frente a sus ojos. En la pista, miles de personas trataban de mejorar sus posiciones de cara al inminente comienzo del espectáculo, y las gradas seguían poblándose de público que llegaba al estadio sin demasiado margen de tiempo. De repente y de improviso, desvió la mirada para encontrarse con la mía y lejos de sentirse incómoda por encontrarse a un señor calvo espiándola, me regaló una sonrisa que, créanme, me dejó impactado. Quiero pensar que le devolví el gesto antes de refugiarme en el cachi de cerveza y, quizá fuera por cómo me sentí o puede que porque no era esa que sostenía la primera que tomaba, me dio por preguntarme: ¿qué o quién le robará esa sonrisa? ¿Cuándo se producirá ese desastre irreparable para la humanidad? ¿Cómo acontecerá?

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