Concierto de Ana Mena en la Plaza Mayor de Valladolid. Carlos Espeso
Opinión

Vigilantes de la plaza

La Canaleja ·

En el concierto de Ana Mena en la vallisoletana Plaza Mayor no cabía un alfiler, aunque fuera para sujetarle el corsé

Jaime Rojas

Valladolid

Sábado, 14 de septiembre 2024, 08:37

Andan los modernos guardianes de la fe, la moral y las buenas costumbres con los ojos dados la vuelta y la cabeza en ebullición por el sucedido de Ana Mena en su concierto de las ferias vallisoletanas en la Plaza Mayor. La cantante, a ... la que confieso no sigo pero igual a partir de ahora lo hago, dicen que se marcó un conciertazo con el ágora a reventar, donde no cabía un alfiler, aunque fuera para sujetarle el corsé, del que asomó una mínima parte de la areola de su pezón, que por caprichos del destino era el izquierdo. El leve siniestro, desapercibido para las miles de personas, ha provocado un debate sobre si el detalle debería haberse contado, algo que huele a una naftalina que ya no se estila ni en los armarios de las más puras tradiciones.

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Cuando éramos adolescentes, bien lo saben mis congéneres del 'baby boom', los párrocos y los curas y las monjas de los colegios formaban una policía de la moral, cuyos agentes más activos iban a los quioscos a recriminar que estuvieran visibles las revistas eróticas, entre ellas el legendario Interviú, ese que todos compraban por sus reportajes de información tan interesantes y por sus hondos artículos de opinión. Luego llegó el 'boys boys' de Sabrina y la exhibición involuntaria de Butragueño, ese tipo con cara angélical que nunca había roto un plato aunque, dada su dotación, podía hacerse sin problema con vajillas enteras. Y así, hablábamos de estas cosas sin saber que, en lugar de pícaros, éramos unos devotos del micromachismo.

Ahora este descuido de Ana en la Plaza Mayor, que se construyó para albergar autos de fe, nos devuelve a ese tiempo, con los censores cambiados de bando. Unos días después del asunto, la artista publicó una canción titulada 'Carita triste', la misma que deben tener los vigilantes de la plaza al comprobar que sus sermones no calan, por rancios.

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