La infanta Sofía y la princesa Leonor se dirigen a sus padres el miércoles pasado. E. P.
La canaleja

Pucheritos reales

Me siento hondamente identificado con Felipe VI, hasta en lo de los pucheros, cuando hablaron sus princesas para darle las gracias por intentar ser un buen padre, que no es fácil, que los niños vienen sin manual de instrucciones

Jaime Rojas

Valladolid

Sábado, 22 de junio 2024, 08:37

Si veinte años no es nada, diez es la mitad de nada. Poca cosa para un rey de este tiempo, que la época de su antepasado Luis I 'el breve' queda lejana. Y a pesar del decenio fastidiado que le ha tocado reinar, con los ... políticos en modo fuga hacia adelante y a ninguna parte, a Felipe VI le parecerá que ni tan mal, que peor le fue a su ancestro, con un mínimo periplo regio de apenas siete meses, por una viruela que se lo llevó con solo 17 años. Aún así pensará qué ha hecho para merecer esto y supongo habrá tenido momentos en los que imaginaba levantar sus reales posaderas del trono y tirar lejos la corona, el cetro y la capa de armiño.

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Sin embargo, habrá reflexionado que frente a la intolerancia a extrema izquierda y derecha, pese a la herencia reputacional endiablada que le dejó su padre y ante el reto de los nacionalistas que creen que la tierra es suya y solo suya y parcelada, tiene dos niñas, un arma invencible y cargada de futuro, como la poesía de Celaya. Y me siento hondamente identificado con él, hasta en lo de los pucheros, cuando hablaron sus princesas –literal en el caso de Leonor– para darle las gracias por intentar ser un buen padre, que no es fácil, que los niños vienen sin manual de instrucciones.

Porque a mí me ha pasado, la última vez en Cádiz en la graduación como enfermera de mi hija Oti, la princesa de mi trío femenino. En la solemnidad del acto quise entregarme a la emoción y al puchero de padre. Pero no pudo ser, porque los discursos de los chavales lo impidieron, sobre todo cuando uno de ellos se dirigió a sus compañeros en un gaditano ininteligible para espetarles con salero: «Gracias a los que habéis comprado en la ferretería de mi padre, en Jimena de la Frontera». Y ante tal cuña publicitaria casera, la emoción tornó en risa y los pucheritos en carcajadas, que a Cádiz se va llorado de la meseta.

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