J. D. Vance interviene en un mitin, ante la sonrisa satisfecha de Trump. Reuters
La Canaleja

Parecidos cabales

J. D. Vance, el delfín de Trump, y nuestro Juan García-Gallardo tienen un parecido razonable, desde el aspecto físico, barba recortada y traje azul, a las ideas obsesivas respecto a los inmigrantes

Jaime Rojas

Valladolid

Sábado, 20 de julio 2024, 08:32

No hay algo que más me fastidie que me discutan un parecido razonable, como «no hay cosa que más me joda que alpargatas cuando llueve», que dice la vieja, gamberra y ahora seguro que incorrecta canción popular. Y aunque admito que a veces los parecidos ... pueden ser discutibles, existen otros que no son rebatibles, como el de Jordi Pujol y el personaje Yoda de 'La guerra de las galaxias', que fíjense que se parece más a Pujol que el propio Pujol a sí mismo.

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El último parecido cabal que se me ocurre, y por favor no me lo discutan mucho, es el del nuevo descubrimiento de la política internacional, J. D. Vance, el delfín de Trump con nombre de pistolero de película del Oeste, y nuestro Juan García-Gallardo. De futuro vicepresidente a exvicepresidente parecen estar conectados desde el aspecto físico, barba recortada y traje azul, a las ideas obsesivas respecto a los inmigrantes. Añaden a su coincidencia de perfiles trayectoria vital, como ser treintañeros y su formación jurídica, uno en Yale, cerca de Nueva York, y otro en la universidad de Comillas, en Madrid. En lo que no coinciden de su pasado es en su historia militar, que J. D. se alistó en los marines y estuvo en Irak, y a Juan no lo veo de uniforme.

En el currículum de ambos ocupan un lugar destacado frases estridentes, como la de Vance en la que calificaba en 2016 a su ahora querido Trump como «el Hitler americano». «Compré las mentiras de los medios de comunicación que decían que era un peligro para la democracia; he cambiado de opinión», ha explicado para mudar en más trumpista que Trump. Seguro que los argumentos les suenan porque son dos clásicos de la política: el comodín de echar la culpa a la prensa y la milagrosa conversión de opiniones. Y en esto no se parece a Gallardo, sino más bien al amplio coro de los que son más sanchistas que Sánchez.

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