Niños en la tormenta
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La Canaleja ·
En los colegios españoles debería impartirse una asignatura de reacción ante emergenciasTal vez sea precipitado, incluso extemporáneo, pero en esta catástrofe que a todos nos estremece, sería bueno pensar en el día que va después del siguiente día, cuando el barro ya no asfalte las calles de decenas de pueblos valencianos. Pasará un tiempo incierto, que ... la dimensión de la tragedia impide prever el límite del dolor, y entonces, terminado el duelo y las tareas de reconstrucción, llegará la hora de pensar en el futuro. Ahí entrarán en juego los niños, que guían la esperanza.
Y recordarán anécdotas, como lo hacen mis hijas que cuando eran unas tiernas infantas vivieron un suceso casero, de escasa magnitud, pero que se les quedó grabado. Las pequeñas mellizas, de 3 años, dieron a un botón de la cocina, donde había una sartén que empezó a arder. Su cuidadora, una colombiana de nombre Jeni que les entretenía con culebrones de televisión, trató de apagar las llamas, sin éxito y con riesgo. La primogénita, con sus 8 años, al ver que el fuego iba a más, tomó la determinación de agarrar de la mano a sus hermanas y bajar los cuatro pisos por las escaleras, sin coger el ascensor, para ir junto al portero Javier, un jerezano de lenguaje ininteligible, que subió a apagarlo. Alertado por él, llegué a casa y al preguntar qué había ocurrido, la niña me dio una explicación que terminó con un «¡Papá, que tengo carné de bombera honoraria!».
Los bomberos habían acudido a su colegio un tiempo antes a dar una charla sobre qué hacer o no hacer en una situación de peligro. La niña estaba instruida, como lo están los chavales de Amsterdam, a quienes enseñan a nadar cuando son bebés, por si se caen a uno de los canales, posibilidad bastante cierta. Y así debería ser en los colegios españoles, con una asignatura de reacción ante emergencias. Los niños son esponjas y seguro que cuando llegue otra maldita tormenta nos cogerán de la mano y nos salvarán.
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