Juventud acumulada
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Caemos en la contradicción de pretender vivir una morterada de años, mientras maldecimos el envejecimiento, aunque siempre con la convicción de que lo contrario a llegar a la ancianidad es peor opciónAndo mosqueado por el edadismo, que con mis sesenta palos y medio uno gana en sabiduría pero también en desconfianza. Y mi mosqueo sube de grado cuando leo que la mitad de la población mundial discrimina a los mayores, entre los que uno de cada ... tres admite haber caído en las garras de los siniestros edadistas. Ya me veo con una estrella de seis puntas prendida en la ropa para indicar que soy un apestado sexagenario y a la espera de una sexta oportunidad, una por decenio.
Seguro que recuerdan esa primera vez en la que alguien más joven les lanzó un «perdone ¿tiene hora?», y con el ceño fruncido y rostro grave respondieron de mala gana. Esa experiencia inicial era la evidencia de que el tiempo pasaba para todos, incluso cuando nos creíamos amparados por la imbatible juventud y parecíamos exentos de envejecer. Y a partir de ahí, al cumplir trienios, nos convertimos en edadistas sin saberlo, al adquirir estereotipos sobre las personas mayores, desde hablar del padre como 'mi viejo' a escribir los que nos dedicábamos ya a esta cosa de trabajar en un periódico un espléndido «atropellado un anciano de sesenta años», para cabreo de los veteranos de esta casa, del que ahora me hago cargo.
Y llegados a esta edad, caemos en la contradicción de pretender vivir una morterada de años, mientras maldecimos el envejecimiento, aunque siempre con la convicción de que lo contrario a llegar a la ancianidad es peor opción. Por eso seamos positivos, queridos congéneres, y cuando les inquieran si se consideran viejos, respondan que lo suyo es juventud acumulada. Que lo bueno de arrancar las hojas del calendario es que ganas en sarcasmo a esos jóvenes que de edadistas inconscientes transitarán a maduros de los que van apagando luces en casa para ahorrar, como metáfora del paso del tiempo.
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