El eterno besamanos

-«¿Qué le parece la situación política?», inquirió a la espera de una respuesta más o menos convencional y en la confianza de deducir en qué lado estaba del tablero.

-«Que son ustedes muchos», contesté, por no sé qué razón que aún no he llegado a adivinar. Él se giró y asintió con la cabeza, entre sorprendido y desprovisto de una frase que cerrará la leve charla.

Sucedió hace muchos años, en el precioso hotel de San Antonio el Real, un antiguo monasterio del siglo XV, en Segovia. El interlocutor: Esteban González Pons, entonces en la cúpula del Partido Popular de Rajoy y ahora de vuelta a la primera línea de la mano de Feijóo.

He recordado con cierta dificultad, que los años distorsionan la literalidad de la memoria, la situación y mi respuesta algo desconcertante, al ver la jura de la Constitución de la princesa Leonor. Debió pensar lo mismo, porque, primero abigarrados en el hemiciclo y luego en la extensa peregrinación en el eterno besamanos, se hizo carne la disparada inflación de políticos. Eran más que muchos, una multitud, que aplaudió durante cuatro minutos y apretó la mano con vigor, calculo que unas setecientas veces a la joven, que en ese mismo número de ocasiones pronunció la palabra gracias.

Y eso que faltaron a su trabajo medio centenar de parlamentarios, que hicieron novillos porque no temen que vayan a recibir un suspenso, siempre confiados en que les amnistíen su absentismo laboral y hasta su mala educación.