Todo es bueno para el convento. Y la democracia, por supuesto, también. Así lo piensan las dominicas del monasterio Madre de Dios de Olmedo, unas monjas contemplativas que acudieron esta semana a votar para elegir a su priora. Las hermanas superan las cuatro decenas, lo ... que constituye un censo extraordinario para un recinto de clausura, con edades y nacionalidades diversas, y todas son elegibles. Antes y durante semanas, las monjas y novicias (estas no pueden votar), divertidas, hicieron campaña dentro del convento, en cuyos pasillos se susurraban su favorita y cruzaban apuestas, como jugarse un fin de semana de servicio en cocina a que ganaba una u otra.
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La bilbaína Sor María Alegría de los Ángeles Gorroño Pagazaortundua resultó ganadora, candidata que había sido preparada y formada para el cargo, al que ella estaba «encaminada», y que pidió al conocer su designación democrática que «recen por ella para que sea en medio de la comunidad un cauce del amor de Dios para cada hermana». Todas celebraron con júbilo el advenimiento de Madre Alegría –el nombre también ayuda– y despidieron cariñosas a la priora cesante, la puertorriqueña Sor Trinidad María del Crucificado Medina Delgado, quien al conocer el resultado salido de un cuenco dorado que hizo de urna, no pudo por menos que exclamar que después de nueve años en el puesto dejar la responsabilidad era «gloria bendita».
Celebrados los comicios ese martes, día 23, volvieron a su misión de buscar a Dios en el silencio de la oración para llevar «en el alma los sufrimientos y las ansias de nuestro mundo intercediendo por todos». Y esa súplica han tenido que intensificarla al día siguiente, en plena resaca electoral, porque a la nómina de receptores de sus oraciones a la izquierda del Padre se ha sentado el atormentado Pedro Sánchez, con su epístola a los españolitos, ahora llamados ciudadanía. Martirizado, ha atrapado «unos días para poder reflexionar y decidir qué camino tomar».
En Madre de Dios el angustiado presidente podría encontrar la paz que anhela y después de una profunda meditación entre sus muros determinar la senda a seguir: dimitir, con una de sus 'viudas' vicepresidentas como sucesora o mejor con Puente, si puede ser; continuar como está, aunque quien amaga y no da, carece de credibilidad; o convocar elecciones cuando sea posible, en lo que las monjas le ayudarían en la campaña y votación. Seguro que la nueva priora le sugeriría que pasara a llamarse Alegría Sánchez, que a ella le ha ido divino.
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