Me acerco con precaución y de manera inexorable a las escaleras que dan acceso a la sexta planta, que, dicho en términos directos, en un par de meses entraré en el club de los 60, que son los palos que cumpliré. Y así pasaré a ... formar parte de la llamada generación plateada, que menuda cursilada de apelativo. Pero antes de que eso ocurra, ya les digo que en breve, fantaseo con qué tipo de celebración me gustaría hacer, o que me hicieran, que en este caso me encantan las sorpresas.

Publicidad

Vuelvo la vista atrás y de los cumpleaños infantiles de pan y chocolate derivo a los juveniles con novieta. Luego vinieron las celebraciones familiares, costumbre que llega hasta hoy, cuando estoy en el final del pasillo de la quinta planta. Y en el previo de la llegada a la sexta, fabulo con algo diferente para convertirme en un cumpleañero moderno, acorde al primer cuarto de este siglo, para lo que buceo en la tecnología y encuentro ideas que nunca hubiera imaginado. Desde propuestas gastronómicas, como una cena temática, un picnic en un parque o una cata de vinos, hasta sugerencias viajeras, como un destino exótico, un crucero, un centro termal o una caminata al aire libre, esto más modesto pero saludable y apropiado al número de la efeméride. O hallo proposiciones musicales como contratar un DJ o ir a un karaoke, aunque también una jornada familiar de juegos de mesa o un voluntariado en un residencia, quizá para echar un vistazo a mi eventual futuro. Agradezco a los ingeniosos de internet sus ideas, pero no lo veo. Casi que prefiero algo más clásico, una combinación entre familia y amigos, con comida, bebida y la posibilidad de contar mi chiste del pulpo, que para eso soy el protagonista de la fiesta.

Sea lo que sea, que sea. Incluso celebraciones extremas como la asistencia a un debate en el Congreso, una relación epistolar con Pedro Sánchez –sin preguntas, claro– o una divertida jornada en un 'pseudomedio' de comunicación repartiendo bulos a diestro y siniestro. Pero que sea pues, que no quiero ponerme violento como un niño sin cumpleaños, que advierte Sabina. Que los recién incorporados a esa ñoñería de la generación plateada queremos nuestro cumple, como niños que nos negamos a dejar de ser.

Este contenido es exclusivo para suscriptores

0,99€ primer mes

Publicidad