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El martes pasado me convocaron a un almuerzo de trabajo con el incombustible Karlos Arguiñano en la sociedad gastronómica Arralde Txiki. El cocinero acaba de publicar un libro en el que propone un menú completo para cada día del año. Esa era la excusa. Pero ... había otras poderosas razones para estar allí; entre ellas, compartir maldades y chascarrillos con varios colegas ante una deliciosa merluza albardada con txipirones mientras contemplábamos, a través del ventanal, el imponente espectáculo de una alerta naranja en la playa de Zarautz con olas de más de cuatro metros... «El que no cocina es porque está enganchado a Netflix», sentenció Arguiñano al poco de recibirnos.
Al verlo pensé que deberían inventar un teléfono móvil inspirado en este mediático chef al que nunca parece agotársele la batería. Lo mismo recopila más de 1.000 recetas que te suelta cinco chistes en dos minutos. Lleva ya más de 10.000 contados por la tele... Algunos, incluso buenos.
No sé cómo será Arguiñano en su casa. Pero dudo que sea una seta. Fuera, desde luego, es el perejil de todas las salsas. Y, como la buena mayonesa, nunca se corta. Hablando de series que enganchan (culpables, en su opinión, de que hoy la gente no se meta en la cocina), confesó que él solo estuvo enganchado a la ya legendaria 'Kunta Kinte'. «Y les cogí una manía a los blancos...». Ironías del destino, hoy tiene una nuera mulata. «Yo estaba encantado de que se quedara embarazada –asegura– porque quería un nieto negro: Arguiñano Jackson, hecho en Zarautz, ja, ja, ja... Es que me parecía lo máximo que le puede pasar a un vasco».
La salsa iba ligando y el puchero estaba hirviendo cuando el euskaldun Arguiñano proclamó que «el Rh no vale para nada». «Lo que hay que ser es normal. Amar a tu tierra y a tu gente y no ser orgulloso de nada». De África saltó a Perú, donde financia un proyecto solidario en una barriada. «Dirán de los inmigrantes, pero cuando tú vas por la calle, ¿quién está cuidando de nuestros mayores? ¿quién lleva la silla de ruedas, acaso vascos con boina vestidos de pelotaris...?». Al final los esperados nietos del cocinero salieron blancos. Vaya por Dios. Euskadi se ha perdido de momento un Arguiñano Jackson, el futuro prototipo del auténtico vasco.
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