El sindicalista y el jamón
A LA ÚLTIMA ·
A partir de algunos casos de corrupción por codicia o ambición, casos esporádicos y presentes en cualquier colectivo, se intenta extender la idea de que todos los sindicalistas son unos sinvergüenzasA LA ÚLTIMA ·
A partir de algunos casos de corrupción por codicia o ambición, casos esporádicos y presentes en cualquier colectivo, se intenta extender la idea de que todos los sindicalistas son unos sinvergüenzasEscuchando un podcast sobre la prehistoria, el locutor habló de que quizás ya hubiera jamón entonces y bromeó diciendo que si había jamón, seguro que habría sindicalistas. No sé a qué viene esta manía social de desacreditar al sindicalista. A partir de algunos casos de ... corrupción por codicia o ambición, casos esporádicos y presentes en cualquier colectivo, se intenta extender la idea de que todos los sindicalistas son unos sinvergüenzas, además de unos pobres parias hambrientos que solo comen jamón en las recepciones.
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Tras el pacto de los salarios con la patronal, los sindicatos han dejado de ser despreciados temporalmente. Aunque más allá de los pactos y los tópicos heredados de la España del hambre, prefiero fijarme en esos trabajadores de los sindicatos que son la última esperanza de camareras, repartidoras, limpiadores, albañiles o mecánicos, que, cuando son despedidos, se aferran al sindicato como a un clavo ardiendo en la seguridad de que no los van a dejar tirados.
Basta acercarse por las oficinas de UGT o CC OO en cualquier ciudad de España para ver las colas de trabajadores con problemas que esperan para ser atendidos por abogados o por sindicalistas de vocación que se desviven por ellos. No hagan caso a las campañas de desprestigio, simplemente acérquense a un sindicato, escuchen a quienes esperan desesperados y verán cómo se les quitan de la cabeza esas tonterías del jamón. Los sindicalistas hacen demagogia el uno de mayo, pactan la semana siguiente y escuchan demasiado a los grandes colectivos laborales, es verdad, pero cuando el problema es individual, doloroso y sin solución, nadie como los sindicalistas vocacionales para dar una esperanza.
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