Para que entiendan cómo es mi suegra, les diré que ha leído casi todas las novelas de Javier Cercas, pero no sabe quién es Javier Cercas. Es una señora viajada, leída, que solo ve la segunda cadena y que no se escandaliza por casi nada. ... Pero esta Semana Santa, vio en televisión a una muchacha con mantilla en una procesión y no sale de su asombro. «Es que llevaba la mantilla, una camiseta negra y unas calzonas cortinas de esas que se pegan al culo», detalla. Aquí hay que hacer un inciso para aclarar que en Cáceres, solo aquí, los pantalones cortos se llaman calzonas. Lo de cortinas es un diminutivo de cortas y no necesita más explicación. Pero ya que estamos con explicaciones, ¿cómo se puede entender que una mantilla se complemente con unos shorts?

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Hemos pasado de perder la cabeza por la ropa de marca a venerar la ropa que marca. Las calles de nuestras ciudades son una pasarela de tipos macizos con camiseta y boxers ajustados, puro exhibicionismo, aceras convertidas en gimnasios y chicas desenvueltas que, dice mi suegra, parece que van a bañarse en la playa en vez de ir a por el pan. «¿Qué van a dejar para el verano?», ironiza, pero no osa pronunciar sustantivos viejunos como recato, decencia o pudor.

Lo de la muchacha en mantilla, camiseta y shorts negros marcando figura ha sido una de las imágenes más sorprendentes de la Semana Santa. Pero a pesar del impacto, no he escuchado a ninguna bisabuela hablar de descaro, vergüenza ni insolencia. Mi suegra se refiere a estas situaciones como un jaleo y ahí caben la ley trans, el sí es sí y las mantillas con calzonas. Después, lanza un suspiro y sigue leyendo la última novela de Landero, aunque no sabe que es de Landero.

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