Políticos, a la escuela
A la última ·
Llega el informe PISA y en lugar de pensar en cómo mejorar la educación, nos ponemos en modo «crispación» y empezamos a disculpar los malos resultados propios y a compararlos con los de otras autonomíasA la última ·
Llega el informe PISA y en lugar de pensar en cómo mejorar la educación, nos ponemos en modo «crispación» y empezamos a disculpar los malos resultados propios y a compararlos con los de otras autonomíasEl chico vive en una región que saca malas notas en el informe PISA, una del sur, Canarias, Andalucía, Castilla la Mancha, que son las últimas por delante de Ceuta y Melilla. A sus padres, el informe les da lo mismo, lo que les preocupa ... es que el chaval saca peores notas aún que la región. Pero no se resignan a que su hijo sea un desastre y lo disculpan. «Igual si viviéramos en un lugar con menos sol, donde no fuera tan atractivo salir a la calle. Fíjate, ahí tienes Castilla y León, la primera en el PISA ese, y eso es porque hace frío. O Asturias y Cantabria, siempre lloviendo», justifican al muchacho.
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Llega el informe PISA y en lugar de pensar en cómo mejorar la educación, nos ponemos en modo «crispación» y empezamos a disculpar los malos resultados propios y a compararlos con los de otras autonomías buscando justificaciones como las de los pobres padres del mal estudiante: la inmigración, la ley Celáa, los recortes, la pandemia, la ratio, la enseñanza en dos lenguas.
He estudiado y enseñado en regiones con 500 puntos PISA y en regiones con 460 puntos PISA y la única diferencia es que, en las de 500, había más silencio en el aula y, eso sí, hacía más frío o llovía mucho. En lo demás, no había diferencias sustanciales: ni el número de alumnos por clase, ni los medios, ni el profesorado… Ni tan siquiera el contexto social y económico. Igual, todo depende del frío y el agua. Si la temperatura de la tierra y la sequía aumentan, los próximos PISA serán demoledores. ¿Y si la culpa es nuestra por cambiar tanto de leyes? Pactaremos antes el CGPJ que la educación. Ya lo decía mi suegro: los políticos pueden acabar en un juzgado, pero nunca volverán a la escuela.
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