Caminando tras una joven colombiana, no me quedó más remedio que escuchar su conversación. «Aquí, con los impuestos se hacen fiestas. Hoy queman un dragón y la semana que viene baja una Virgen, pero les da lo mismo que sea dragón o Virgen, el caso ... es salir de rumba. Aunque lo mejor de España es que te pagan si no trabajas, lo llaman el paro», comentaba la muchacha las fiestas de Cáceres y se asombraba de nuestras prestaciones sociales, un milagro si tenemos en cuenta que uno de cada cuatro españoles trabaja en la economía sumergida y no tributa a Hacienda.

Publicidad

En América Latina, hay pocos impuestos y, en consecuencia, pocas prestaciones sociales. Dicen que la culpa es de los holandeses. En los Países Bajos, durante una crisis, se inventaron el impuesto de las cortinas. Unos holandeses, la mayoría, quitaron las cortinas para siempre, como se puede comprobar paseando por Amsterdam y curioseando en el interior de los hogares a ras de calle, y otros, los menos, emigraron a América, donde no había impuestos, y se unieron a otros europeos que escapaban de sus países en un ejercicio de afirmación individual frente a la monarquía absoluta y la moral asfixiante.

La independencia de los países americanos no surgió tanto por un prurito nacionalista cuanto por el rechazo de su burguesía a pagar impuestos a la metrópoli. En sintonía con sus orígenes, siguen rechazando los impuestos y los estados protectores y entienden como paternalismo el subsidio de paro o las fiestas subvencionadas. Políticamente, son de izquierdas o de derechas, pero genéticamente, son liberales. Trasladando esa situación a España, los «sumergidos» no son defraudadores ni sinvergüenzas, son neoliberales.

Este contenido es exclusivo para suscriptores

0,99€ primer mes

Publicidad