Margarita Torres, junto a Alfonso Fernández Mañueco y Ester Muñoz. Campillo
Rincón por rincón

Tócala otra vez, Sam

«Eso es la política en León, versos sueltos que una vez cantan a la luz de la luna y otras, simplemente desafían y desafinan ante su propio partido como si no importara»

J. Calvo

León

Lunes, 17 de abril 2023, 00:28

Era de madrugada cuando una patrulla de la Policía Local de León telefoneó al concejal delegado de Seguridad en el Ayuntamiento. La llamada sobresaltó al edil, acostumbrado a que este tipo de contactos solo llegaban en situaciones de lo más comprometido, por incidencias de especial ... gravedad y en las que su presencia no solo era urgente, sino imprescindible.

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–«Jefe, tiene que venir a ver esto. Estamos en la Calle Ancha».

Mientras apuradamente el concejal tiraba su pijama sobre una silla ante la incredulidad familiar y se apresuraba a recolocarse los pantalones acertó a preguntar.

–«¿Es un incendio?».

El agente evitó dar detalles.

–«Mucho peor».

Aquellas palabras hicieron temer al concejal un mal extraordinario en la ciudad y de una urgencia capital, así que acudió todo lo veloz que pudo al centro del casco urbano. La llamada, evidentemente, lo requería. Ciertamente hay momentos en que la presencia institucional no debe demorarse y más si ésta es reclamada por la autoridad. Fue al llegar a la zona cuando pudo observar el vehículo patrulla y a los dos agentes parapetados en su interior.

–«¿Pero qué es lo que ocurre?», espetó sofocado el concejal.

–«Pues ahí lo tiene jefe», le indicó el agente.

Y efectivamente, ahí estaba el problema: un concejal y compañero de partido cantando alegremente con el acordeonista de la ciudad a altas horas de la madrugada. Embriagado por un gen artístico su voz entrecortada alcanzaba las viviendas de los vecinos más próximos.

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El acordeonista hacía tiempo que quería marcharse para su casa pero el concejal, amigo y compañero del delegado policial, no le había permitido abandonar la zona alegando que él, precisamente él, era «la autoridad». Y por si había duda, cada cinco minutos le repetía un mensaje:

–«Tócala otra vez, Sam».

Efectivamente, aquello era mucho peor que un incendio.

Fue el concejal de Policía quien, después de un primer e infructuoso diálogo, logró convencer a su compañero para abandonar el lugar con la invitación a visitar «algún local que pudiera estar abierto». Un argumento desesperado a esas horas pero de enorme felicidad para quienes, con cierto horror y sonrojo, habían asistido a un extenso concierto nocturno. Y así logró llevarle hasta el asiento de copiloto de su coche y con las mismas le acompañó al domicilio hasta cerciorarse de que finalmente el concejal-artista estaba dentro del portal y camino del ascensor.

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Si acaso, y por cautela, el responsable de la seguridad local decidió dar una segunda vuelta por la zona para comprobar que todo estaba normal, que no había nuevas sorpresas.

Fue en ese instante cuando se percató de que su compañero caminaba tambaleante de nuevo hacia el centro de la ciudad en medio de la noche.

–«¿Pero qué haces?», le dijo.

Y el político con corazón de cantautor respondió:

–«Yo soy un alma libre».

El relato, no piensen lo contrario, es real. Eso es la política en León, versos sueltos que una vez cantan a la luz de la luna y otras, simplemente desafían y desafinan ante su propio partido como si no importara. Esa es la política de esta tierra, con los intereses personales por encima de las siglas y con la esquizofrenia y las mentiras mandando sobre cualquier otro aspecto. El ejemplo perfecto de esta locura, del sinsentido, es Margarita Torre y el PP: la candidata que siempre quiso serlo, aunque fuera a costa de las siglas de su propio partido. La candidata que lanzó un histórico pulso a las siglas, y por el momento ha vencido. Otro verso suelto.

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