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A las puertas de la presidencia española de la Unión Europea se han abierto en los últimos días desde León. No es un acto casual que la máxima representación en el consejo de la UE tenga al viejo reino como protagonista en su estreno.
Convertir ... a León, a sus cortes, en el elemento nuclear de todo un continente dice mucho del reconocimiento internacional a un sentimiento histórico en ocasiones olvidado en sus tierras de origen.
El 18 de abril de 1188 tuvo lugar en el claustro de la Real Colegiata de San Isidoro las primeras Cortes hasta ahora conocidas. De ahí que ese hecho, determinante en la historia europea, haya convertido a la entonces capital del Reino de León en la Cuna del Parlamentarismo en Europa.
La Unesco reconoce que aquel acontecimiento histórico, plasmado documentalmente en los Decreta, se convirtiera en la semilla para «el origen del sistema representativo parlamentario actual y de la democracia».
Se entiende pues que la democracia, la misma que hoy disfrutamos, nació en el Reino de León y, por extensión, forma parte del corazón de esta comunidad y este país.
Ese acontecimiento, del que ahora se cumplen 835 años, conlleva una carga y una responsabilidad histórica imposible de olvidar. En León, un territorio en el que en no pocas ocasiones se mira con distancia su propia historia, se fraguó todo aquello que hoy es Europa.
Fue en esa basílica de San Isidoro, en el marco de un consejo real, cuando por primera vez se citaron bajo la misma cúpula representantes del clero y la nobleza y, por primera vez en la historia, también los representantes elegidos por el pueblo. Y todos, junto al rey.
De allí nacieron aquellos Decreta, aquellos diecisiete estatutos, sancionados por Alfonso IX de León, que permitían curar heridas, general igualdad y garantizar la paz en un reino compuesto entonces por los territorios de León, Galicia, Asturias y Extremadura.
Aquellos decretos suponían de facto no solo la igualdad real, sino la garantía del cumplimiento de las leyes, las obligaciones de todos los estamentos sociales y algo tan novedoso hoy como la supresión de la corrupción. Ese mal que siempre ha salpicado a los estamentos del poder ya tuvo entonces su primera cura, imponiendo Alfonso IX que solo sería precisa una evidencia bien fundada para formular la acusación y abrir un procedimiento sancionador.
Pasos históricos, que desembocaron en los parlamentos europeos que hoy conocemos, son los que han permitido a León asumir todo el protagonismo en el primer acto de la presidencia española de la Unión Europea.
Si entonces fueron los Decreta ahora, y como espejo en el tiempo, se ha aprobado la 'Declaración de León', un documento de consenso para reconocer la fuerza del parlamentarismo, la urgencia de su puesta en valor y la necesidad de activar todos los resortes para concienciar sin límite sobre la importancia de la puesta en valor de los fundamentos parlamentarios.
El pueblo llano, el rey, la nobleza y la curia se dieron la mano por primera vez en León casi nueve siglos atrás. Ese gesto, cuya relevancia política y social a nivel global supera todos los límites imaginables, exige hoy no solo el reconocimiento en la presidencia de la Unión Europea sino la permanente puesta en valor para nunca olvidar ni llevar a un segundo plano que en aquel Reino de León se forjó el parlamentarismo que ahora garantiza nuestras libertades.
Ignorar consciente o inconscientemente aquel acontecimiento sin igual no solo desacredita a quien lo hace y evidencia su ignomisiona falta de criterio histórico y político. El parlamentarismo, que no se olvide, nació en León.
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