Si hay algo difícil sobre lo que escribir, es el amor. No hay otro tema en la música, en la literatura, en la pintura o en el cine que se haya tratado más veces. Billones de palabras, de versos, de trazos de pintura a lo ... largo de milenios convierten en insensato a cualquiera que quiera decir algo nuevo o interesante. Si hay algo imprescindible sobre lo que escribir, es el amor. No hay otro tema que defina mejor la experiencia humana, que merezca más esfuerzo, más quebraderos de cabeza. Un soplo en el alma que convierte en una fría calculadora a quien quiera evitarlo en cualquier creación artística.
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Si hay algo contradictorio en el ser humano, es el amor. Y sobre esa contradicción infinita, la única pelea que no se puede ganar y la única que merece la pena, edifica Arturo Pérez-Reverte su nueva novela, 'El italiano' (Alfaguara). Algeciras, 1942. Elena Arbués, librera de profesión, nada por esas contradictorias aguas cuando rescata a un joven buceador y saboteador italiano. Lo que saca del mar la arroja a ella a uno muy distinto –y mucho más peligroso–. A ella, que, viuda, había jurado permanecer en seco, sin otro amante que el puerto seguro que los libros.
Reverte, inmenso como siempre, escribe así sobre la idea de enamorarse de un hombre que puede llevarle a la muerte. «Qué otra cosa, decide, sería el impulso, o el deseo, de permanecer abrazada a ese hombre para siempre. Ignora qué habrá en su cabeza dentro de un par de horas, cuando la claridad del día la despeje del todo e ilumine con más crudeza su conciencia. Lo cierto es que en este momento, sin duda alguna, desearía morir si él muriera». El amor de Elena es un amor cartaginés, teñido de odio al invasor que la ha dejado viuda. Hay en su amor algo de venganza, de necesidad de reparación. De calentón del cuerpo y del corazón, pero también de esa zona a mitad de camino entre los pulmones y el estómago donde anida el deseo de justicia.
Reverte, valiente como siempre, convierte a sus protagonistas en dos figuras mediterráneas, eternas, cuyo amor y cuya misión es la nuestra, por encima de filias presentistas. El suyo es un amor que podríamos haber florecido a las puertas de Troya, de Esparta o de Cartago Nova. Un amor que entiende de olas y de sangre, pero también de entrega y sacrificio, deber y lealtad. Cuatro conceptos estos últimos que no están de moda y, por eso, son más necesarios que nunca. Acérquese a 'El italiano' con la alegría de que va a encontrar una tremenda novela de aventuras escrita por un hombre insensato que, afortunadamente, ignora que ya nada nuevo se puede decir sobre el amor. Ese concepto caduco, contradictorio e imprescindible.
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