La semana pasada, el presidente Sánchez viajó a Buenos Aires y se entrevistó largo y tendido con su homólogo argentino sin necesidad de recurrir a carrerillas indignas. Tras el encuentro, y en una rueda de prensa multitudinaria junto al presidente de nuestro Gobierno, Alberto Fernández ... declaró: «Los mexicanos salieron de los indios, los brasileños de la selva, pero nosotros, los argentinos, llegamos de los barcos. Y eran barcos que venían de Europa». Naturalmente, la adulación, que siempre ha tenido una métrica peligrosa, le salió rana, y cuando pidió disculpas aclaró que se había hecho un lío con una cita de Octavio Paz, que mezcló con la de un cantante peculiar. A nuestro presidente le tapaba la cara de jugador de póker su mascarilla y no pudimos advertir la expresión de su rostro mientras el compañero Fernández confundía el tocino con la velocidad.

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Con estos mimbres y un peronismo orientado al Kremlin y sazonado por Maduro, una comprende que las tradicionales fórmulas revolucionarias que aquejan a Latinoamérica vuelvan a poner a sus jóvenes a los pies de los caballos del exilio. Los sobrinos del otro lado del charco llaman para pedir consejo sobre cómo canalizar la desesperación de tener que enseñar a sus hijos a tener miedo cuando juegan, pasean o van al colegio. Ellos no vienen en patera, se bajan de los aviones, vacunados con Sputnik, y con una maleta en la que no cabe su futuro.

La historia es un bucle, un tirabuzón que va y vuelve sin soluciones. Europa fue en barco a Colombia, Argentina, Venezuela, y nos hicieron sitio en el 39 en México, en Chile. La letra del tango 'Volver' se refiere al retorno a los brazos de un primer amor, pero acostumbrados a no escucharlo íntegramente, o a que nos la cuelen en 'Callejeros viajeros', nos suena a la banda sonora de los que vuelven a la tierra que se vieron obligados a dejar con un buen traje y una vida para contar. «Volver, con la frente marchita. Las nieves del tiempo platearon mi sien. Sentir, que es un soplo la vida. Que veinte años no es nada…». Por amor, o por exilio, suena demoledora.

Los argentinos miran a Europa, y concretamente a España como lo hicieron los aproximadamente 300.000 venezolanos que vinieron en los últimos años y como lo hacen los peruanos y mexicanos que preparan sus maletas. Cuando la pandemia, las vacunaciones, la cepa delta o la efectividad de algunas vacunas se dilucide, y la conciencia del desastre se abra paso en algunos países, que será muy pronto, vamos a tener que hacer sitio en Europa a muchos jóvenes que vendrán con un patrimonio que necesitamos; niños, futuros ciudadanos que paguen la cuenta que les estamos preparando.

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