Dustin Hoffman, a la derecha, en una escena de la película 'Kramer contra Kramer'.

Un invierno inquietante

Dados rodando ·

«Lo preocupante es la deriva de una situación económica que registra una tormenta perfecta dispuesta a descargar sobre nuestras cabezas»

Antonio San José

Valladolid

Martes, 9 de noviembre 2021, 07:07

Es verdad que la alegría y las buenas noticias terminan siendo siempre más efímeras de lo deseable. A las pruebas cabe remitirse. Recién salimos de una crisis sanitaria sin precedentes, y cuando la normalidad se abría paso con todas sus limitaciones en la actividad ... de los ciudadanos, resulta que los indicadores económicos se dan la vuelta para anunciar una situación tan complicada como inquietante.

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La inflación, el llamado «impuesto de los pobres», se ha desbocado hasta alcanzar el 5,5%, con todo lo que ello significa en término de devaluación real de los sueldos y encarecimiento del coste de la vida. En concreto, los hogares sufrirán una pérdida de poder adquisitivo cifrada en 8.600 millones. El caso es que pagamos la electricidad como si la adquiriéramos en una joyería de lujo, vemos cuánto cuesta llenar el tanque de gasolina de nuestro automóvil y, por si faltara algo, el gas protagoniza una situación de tensión internacional que, como poco, resulta preocupante.

El cierre por Argelia del gasoducto del Magreb que atraviesa Marruecos, nos ha dejado en España con capacidad disminuida y la dependencia de otro conducto menor que termina en Almería y que, como toda obra humana, no está exento de problemas técnicos y de mantenimiento. La demanda de gas se disparará este invierno un 25%, según los expertos, una circunstancia a la que habrá que hacer frente con un 35% menos de disponibilidad en el mercado. Los precios se han multiplicado por cinco en solo un año y el Bank of America advierte de que la capacidad de almacenamiento de gas en Europa está 15 puntos por debajo de la media de años anteriores por estas fechas.

Así las cosas, el fantasma del desabastecimiento de productos básicos sobrevuela las preocupaciones de las familias que ven encarecerse, en paralelo, todos los elementos de la cesta de la compra. Faltan semiconductores, y camiones para transportar los productos. También contenedores y materias primas. Comprar un coche supone esperar meses hasta que los concesionarios lo entregan. Puede haber carencia de determinados productos en los lineales de los supermercados como consecuencia del parón de fabricación durante la pandemia y el cierre de muchas empresas suministradoras.

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El 'brexit' ha contribuido a agravar una situación logística de ruptura de la cadena de suministro que amenaza con notarse en nuestro día a día, y se suma a todas las dificultades anteriores. Países como Austria temen el «gran apagón» y preparan a sus ciudadanos como si estuviran en puertas de una situación bélica. Las cosas, para qué vamos a engañarnos, no pintan bien, por más que aquí estemos enredados en la publicidad de los dulces para niños o el doblaje al catalán de las series de Netflix.

La pregunta es evidente: ¿Quién está pensando en posibles escenarios adversos a los que nos puede tocar hacer frente este invierno? ¿Qué va a pasar si la electricidad continúa subiendo, o si falta gas, o no hay disponibilidad de artículos de uso cotidiano? ¿Hay alguien ocupándose de todo esto o seguimos en las guerras internas de la coalición del Gobierno, que tal parece una versión política de 'Kramer contra Kramer'? Hay que ponerse a las cosas y hacerlo ya, sin dilaciones ni excusas. El problema no es que estas navidades falten videoconsolas, determinados modelos de teléfonos móviles o aparatos de electrónica. Lo preocupante es la deriva de una situación económica que registra una tormenta perfecta dispuesta a descargar sobre nuestras cabezas. Y no lo dude, nos mojaremos los de siempre. Más vale que vayamos preparando los paraguas y, quizá, avituallando las despensas.

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