El novelista finlandés Mika Waltari escribió que «Es una verdad grande y sublime que el hombre no comprende la vida más que durante los días de su última vejez, cuando la vida huye». Y eso que el autor de 'Sinuhé el Egipcio' no se había ... imaginado la de almas que iban a salir por patas en esta maldita pandemia, que se ha cebado por delante miles de otoñales jubiletas –de los que ya nadie se acuerda– entre toses, fiebre y asfixia. Según el informe de la OCDE El juego a largo plazo que se ha presentado el pasado martes en París, tras la hecatombe coronavírica habría que aumentar la edad de jubilación como han hecho Estonia, Holanda y Portugal, porque si no, el sistema no se sostiene y hay que aprovechar el aumento de la esperanza de vida de nuestros antiguos. Lo que Rajoy llamó en 2013 'factor de sostenibilidad', ahora Pedro Sánchez lo denomina 'factor de equidad intergeneracional'; vamos, que aquí a los mayores se les pone un mono y a currar hasta que el cuerpo aguante, por mor del aumento del PIB.

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Los expertos dicen que hay que acabar con la jubilación anticipada y tirar del carro mientras te cuelga la vida por los pliegues. Séneca aseguraba que mientras te esfuerces en largos planes, la muerte te asalta y oprime. Y que lo que se llama vejez es un ciclo de pocos años. De manera que el tema de las pensiones importa poco en realidad, porque es tan endémico como la gripe y tan nuestro como el toro de Osborne. Los que sí pactaron en 1983 una generosa asignación vitalicia fueron Suárez, Calvo Sotelo y Felipe González –que se merendó una huelga general por su reforma de las pensiones en 1985–, que esta iba destinada a los 'gastos de oficina y alquiler'. Hay octogenarios con suerte... aunque sea camino del geriátrico.

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