El Pacto entre el PP y Vox en nuestra Comunidad promete aprobar una Ley de violencia intrafamiliar y no hace mención a la violencia de género, doméstica o de cualquier otro tipo. ¿Hay razones para dictar una Ley de violencia intrafamiliar? Ninguna. El ordenamiento jurídico ... cuenta ya con suficientes instrumentos para prevenir y sancionar la violencia de este tipo. Además, un partido tan estatalista como Vox ha olvidado que la materia penal (no la única afectada por una Ley así, pero sí la principal) es competencia exclusiva del Estado, no de las comunidades autónomas. Entonces, ¿por qué una promesa tan sorprendente como esta?
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La única razón es ideológica. La ideología es el mapa de una realidad problemática y, a menudo, supone una representación falsa y sesgada de dicha realidad (pero, a cambio, ofrece alguna seguridad –falsa–). Vox impugna el sistema español contra la violencia de género y opone el concepto de violencia intrafamiliar. El conflicto no sería el del machismo de los varones que consideran que las mujeres con las que han mantenido o mantienen una relación afectiva son de su propiedad, y, por ello, están legitimados para castigarlas cuando se apartan de lo que el violento espera de ellas, sino en situaciones, neutras porque pueden afectar a todos, también a los varones, de violencia entre convivientes. Dicho de otro modo, hablar de violencia intrafamiliar es, en la ideología voxiana, negar que exista la violencia de género en el ámbito doméstico. Supone un intento no de resolver ese problema, sino de disolverlo ampliándolo.
Esta postura negacionista de la violencia de género es, simplemente, absurda e irracional desde un punto de vista intelectual y repugnante o indecente desde un enfoque moral. Cuando un senador, en el contexto de un debate, le pidió al presidente Obama que le concediera el derecho a tener sus propias opiniones, este le contestó que por supuesto le reconocía ese derecho, pero no el derecho a tener sus propios hechos. Vox reclama ahora el derecho a tener sus propios hechos. Porque los otros hechos, los reales, los que presenta, por ejemplo, el Observatorio del Consejo General del Poder Judicial (nada sospechoso de arbitrariedad o de izquierdismo), son que en España fallecen a manos de sus parejas o exparejas una media de una mujer al mes, o que, de media, se presentan cada año cerca de ciento cincuenta mil denuncias por violencia de género doméstica. ¡Claro que seguimos teniendo en España un horrible problema de violencia de género doméstica! ¿Cómo negar esta evidencia?
¿Es que hay denuncias falsas y abusos? Por supuesto. Pero las mujeres que hacen esto se exponen a responsabilidad penal y tenemos un dato objetivo que nos muestra que no son, en realidad, tantos casos: el porcentaje de condenas por violencia de género en relación con las denuncias. De nuevo, el Observatorio nos dice: de promedio anual, el 73,8%. Esto no significa que el 26% restante sean denuncias falsas, sino que no se han podido demostrar. Y debemos tener en cuenta, además, el enorme número de casos que, con toda seguridad, compone la cifra negra de la criminalidad, la violencia que no se denuncia.
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La violencia de género es de muchos tipos (física y sexual, psicológica, económica, simbólica), reviste muchas formas (tráfico, explotación, conflictos armados –lo estamos viendo, por desgracia, de nuevo en Ucrania–, ciertas tradiciones, etc) y se produce en muchos ámbitos (el doméstico, el social, el laboral, el digital, etc). Ahora estamos hablando de la violencia de género que se produce en el seno de las relaciones de convivencia familiar en sentido amplio. Los líderes de Vox tienen una ideología irracional pero, además, políticamente tampoco son muy listos. El PP de Castilla y León va a seguir con su normativa de desarrollo estatal (internacional y europeo: sería estupendo que los nuevos asalariados públicos de Vox estudiaran el Convenio de Estambul del Consejo de Europa –y que no se desanimen: aunque se haya firmado en Turquía es europeo–) y ha concedido un auténtico non-sense, una nimiedad, esa ley de violencia intrafamiliar, que al final consistirá en un débil postureo. Con ideológicos e intelectuales como sus nuevos compañeros de coalición, el PP lo va a tener fácil. Incluso más que con los anteriores, a los cuales solo bastaba una ración diaria de vanidad por concepto de salvadores de vidas y de todo en general.
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