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La coincidencia temporal de la crisis económica con la llegada a los medios de comunicación de los casos de corrupción de algunos políticos relevantes provocó uno de los puntos de máximo desprestigio de la mal llamada 'clase política'.
No han tenido en general buena imagen ... los políticos en España, sobre todo en las barras de los bares. Cuarenta años de dictadura franquista, con sus dosis diarias de bombeo hipodérmico de propaganda contra la política y los políticos, dejaron un sustrato de rechazo que aflora en cuanto se rasca un poco. Contribuyó a ese desprestigio de los políticos un hallazgo lingüístico: «No hay pan para tanto chorizo», que se gritaba en la crisis económica, que no llegó a la hambruna, pero nos dejó sin vivienda, sin trabajo y en precario.
Se difundía en los primeros años de democracia una expresión, supuestamente dicha por Franco, que ha quedado grabada en el imaginario del país: «Haga usted como yo, no se meta en política», dicen que dijo el dictador. Los propios políticos contribuyen a veces a su desprestigio cuando para criticar algo o alguien dicen: está politizado, cuando esa característica debería hablar de su virtud.
Los propios partidos que se autopresentaron como alternativa a los políticos del bipartidismo de toda la vida han conseguido, en tiempo récord, no solo parecerse a los que querían barrer; en algún caso los han desbordado por muchos cuerpos. Véase la idea de someter a referéndum a toda una organización las características del alicatado del chalé.
Dice ahora el CIS que casi un tercio de los encuestados consideran que sus representantes políticos son un problema grave. Tan grave como para ponerlo en el segundo lugar de sus preocupaciones, solo por detrás del paro. No sé si este desprestigio tiene que ver con el hecho objetivo de la reiteración electoral encadenada desde 1985, con la incapacidad, en tantos casos, para llegar a acuerdos que permitan gobernar o con esa obsesión de algunos de pensar solo en sí mismos, sea en Waterloo o en Galapagar. Tampoco sería descartable que el sostenido intercambio de insultos, que han llegado a lo tabernario estos días, explique ese desapego de los ciudadanos respecto de los políticos.
Qué decir del papel de las redes sociales como vehículo propicio para el fuego cruzado, la difusión de insultos, amenazas, chantajes y miedos a que le llamen a uno traidor. Esto es un intercambio diario de disparos de palabras.
Todo ello ha creado grupos de seguidores, más forofos que lectores, que necesitan a diario su dosis de insulto y desautorización del otro. Los votantes templados, los que no ven traiciones por todas partes, los que quieren que se gobierne y dan síntomas de fatiga electoral, es lógico que consideren que los políticos que no son capaces de ponerse de acuerdo son su problema y no su solución.
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