No es la primera vez que el alcalde de Valladolid acude a un juzgado para denunciar un ataque a su honor e intimidad personal; lo hizo a raíz de la polémica por sus fotos en un yate el verano pasado y también hubo amago ... de querella cuando el PP retuiteó a un usuario que llamó a «tomar el Ayuntamiento» y a acabar con Óscar Puente «al estilo Mussolini» por la deriva que estaba tomando el tráfico en la ciudad. Lo que ha cambiado es el escenario. Vejaciones y exabruptos han encontrado en Internet un formidable caldo de cultivo –también para la clase política, que hace tiempo que prescindió de lo políticamente correcto–, que también se extiende a la calle. Puente fue increpado a la puerta de un bar por dos exaltados vecinos que le dirigieron, a él y a las personas que le acompañaban, denigrantes comentarios que nada tienen que ver con el ámbito de su acción política y que ningún ciudadano debería sufrir, tenga o no cargo público, en una sociedad democrática. Lo sucedido vuelve a poner de manifiesto el nivel de crispación y de agresividad verbal en el debate público y privado que se ha alcanzado en un país en el que el insulto no está recogido en la Constitución.
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