El primer cartel promocional de la serie 'Patria', la adaptación de la exitosa novela de Fernando Aramburu, resumía con crudeza una inaceptable equidistancia moral entre las víctimas de ETA y sus verdugos. Una actitud que constituye una afrenta a la dignidad y la memoria ... de los damnificados por el terror. Contraponer la imagen de una mujer con su marido en el suelo recién tiroteado y la de un etarra torturado equivale –sea o no ese su objetivo– a asumir la patraña de que la barbarie asesina que ha desangrado a este país encuentra su causa en la violencia del Estado. A manipular la historia a gusto de los pistoleros, de forma que el uso del terrorismo para imponer objetivos políticos es justificado implícitamente en un contexto de acción-reacción, como si formara parte de una supuesta lucha entre dos bandos con la misma legitimidad en sus medios y fines. Los malos tratos policiales, innegables en el pasado, resultan impropios de una democracia y han sido castigados por la Justicia. Equipararlos al terrorismo de ETA distorsionaba el mensaje de 'Patria' e insultaba a las víctimas, lo que va más allá de lo admisible en una estrategia de marketing. La retirada del cartel era por ello obligada.
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