Insoportable crispación

«Acusarse mutuamente de golpismo, terrorismo y demás figuras delictivas, únicamente conduce al enfrentamiento y el desastre. Que eso se haga, además, en el Congreso, revela el paupérrimo nivel político al que hemos llegado»

Antonio San José

Valladolid

Jueves, 4 de junio 2020, 08:15

Ha querido la casualidad que la impresentable bronca política de estos días me haya alcanzado en plena relectura de 'A sangre y fuego', de Manuel Chaves Nogales, cuyo prólogo constituye la reflexión más lúcida y precisa de que lo que fue un tiempo a olvidar ... y un ensayo impecable sobre la dignidad ante situaciones turbias. La pluma del periodista sevillano ofrece un relato tan objetivo como terrible del enfrentamiento entre españoles, con algunas grandezas redentoras en sus personajes y un odio subterráneo que empapa una etapa espantosa de nuestra historia. El éxito de la Transición fue superar el cainismo y hacer del olvido un propósito colectivo que nos permitió, no sin dificultades, abandonar cuarenta años negros y alcanzar la democracia. Nunca se rendirá suficiente homenaje a aquel conjunto de patriotas que encabezados por el mejor rey Juan Carlos, contó con la labor imprescindible de Adolfo Suárez, Torcuato Fernández-Miranda, Manuel Fraga, Felipe González. Miquel Roca, Santiago Carrillo, y tantos nombres más que supieron prestigiar con sus aportaciones el noble ejercicio de la actividad pública.

La política sirve para mejorar la vida de la gente y a los políticos debe exigírseles que solucionen los problemas de la sociedad y no que los creen, y menos que lo embarren todo innecesaria y peligrosamente. Asistimos en estos días a un espectáculo tan preocupante como poco edificante, donde las descalificaciones 'ad hominem' de grueso calibre vuelan como balas trazadoras al amanecer, dejando en su trayectoria una estela cercana al odio que empieza a quebrar irresponsablemente la serenidad del país en un momento crucial para su futuro. Enredados en el azul de sus ensoñaciones independentistas, los gobernantes catalanes no han estado, ni se les ha esperado, para intentar conjurar una decisión, como el cierre de la factoría barcelonesa de Nissan, que dejará sin empleo, y por tanto sin recursos, a tres mil familias. Estos casos, cuando la política se hace carne y tiene nombre y apellidos, reclaman responsables que sepan estar a la altura de las circunstancias, pero si estos les fallan se convierten de inmediato en un colectivo inútil al que no merece la pena abonar el sueldo.

Después de la crisis sanitaria ha llegado una formidable crisis económica. El tejido industrial de España está seriamente afectado y sectores tan vitales como la automoción atraviesan una situación de incertidumbre altamente preocupante. Ahora, hay que dedicarse a esto, a evitar cierres de factorías y despidos, a encontrar soluciones que sirvan para paliar la descomunal destrucción. de empleo que nos amenaza desde varios sectores. A Torra, Puigdemont y los suyos habría que recordarles que 'Primum vivere deinde philosophari', y que no será con ocurrencias analfabetas, del tipo de «nacionalizar Nissan», como resolveremos el desafío. Plantear siquiera esta 'boutade', como hizo ese estadista de apellido Rufián, da idea de la indigencia intelectual que exhiben algunos.

Acusarse mutuamente de golpismo, terrorismo y demás figuras delictivas, únicamente conduce al enfrentamiento y el desastre. Que eso se haga, además, en el Congreso de los Diputados, revela el paupérrimo nivel político al que hemos llegado, degenerando una legislatura tras otra. Falta fineza, nivel, altura y, sobre todo, inteligencia. Los ciudadanos se sienten en manos de diletantes que lejos de servir a la ejemplaridad lo hacen a oscuros intereses partidistas que enlodan el panorama con modos y maneras de botarates. De está crisis no salimos más fuertes, sino mucho más en precario, con ruina y desolación cada vez más extendidas. O reaccionamos y nos unimos, como en la Transición, o nos vamos al garete. Así de claro.

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