Antaño, tal día como hoy, todos los periódicos publicaban alguna. Eran noticias falsas que tenían un punto de ingenio y sorpresa que las hacía bastante creíbles. La gracia consistía en comprobar la cantidad de lectores que se las habían tomado en serio. El papel, ... una vez recortado, nos servía luego para colocar el monigote en la espalda del inocente y echar unas risas.
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Hoy carece de sentido esta tradición navideña. Ahora todo el año se difunden datos fraudulentos, embustes y noticias adulteradas aunque sin la chispa y el gracejo de antes. Lean hoy la prensa y descubrirán al cabo de poco tiempo unas cuantas noticias con vocación de inocentada.
Sin ir más lejos, durante la pandemia, las 'fake news' han estado a la orden del día; desde el presunto informe de la universidad Johns Hopkins hasta las inexistentes actas del supuesto comité de expertos que asesora al Gobierno, pasando por el baile de datos o la utilidad de las mascarillas.
El señuelo es la esencia de la política. Siempre puede haber excusas para mudar de criterio, incumplir las promesas, deformar la realidad o engañar al votante, pero en esta materia Pedro Sánchez no tiene competencia. No en vano, en una reciente encuesta, una gran mayoría de españoles asociaban a Sánchez con la mentira. Es un artista capaz de mentir y desmentir al momento o decir una cosa y la contraria en horas. Pero el sectarismo hace digerible todo, que por el mar corran las liebres y por el monte las sardinas, tralará.
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