Inocencias culpables
La Columna ·
Si el PSOE se resiste a asumir sus errores concretos de gestión, caerá en la contradicción generalizada de su discursoFELIPE BENÍTEZ REYES
Sábado, 23 de noviembre 2019, 08:11
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Si el PSOE se resiste a asumir sus errores concretos de gestión, caerá en la contradicción generalizada de su discursoFELIPE BENÍTEZ REYES
Sábado, 23 de noviembre 2019, 08:11
La sentencia de los ERE ha supuesto una prueba de presión moral para el PSOE. ¿Cómo ha salido de esa prueba? Me arriesgo a sospechar que bastante quebrantado, precisamente por su empeño en salir incólume. Lo tenía fácil: asumir un capítulo deshonroso de su historia ... con la dignidad de quien agacha la cabeza cuando entiende que debe agacharla. Lejos de esa asunción, ha optado por sacar pecho: la corrupción es cosa de otros. Ante un delito palmario caben muchas excusas, pero pocos argumentos.
La estrategia no está siendo buena ni mala, sino ineficiente, aparte de destructiva para el propio PSOE, obstinado en establecer jerarquías en torno a la corrupción: si viene del adversario, intolerable; si viene de dentro, discutible, sin entender que la gestión de lo público no siempre se corresponde con los anhelos ideológicos con respecto a lo público, ya que la responsabilidad de tramitar esos anhelos recae a veces en personas que anhelan cosas muy alejadas de cualquier principio ideológico, por aquello de que la prosperidad bien entendida empieza por uno mismo.
En la defensa de lo indefendible creo que se lleva la palma de la sofística el ministro en funciones Ábalos: «No es un caso del PSOE, sino de antiguos responsables públicos de la Junta de Andalucía». Un razonamiento que daría risa si no diese vergüenza ajena, no solo por lo que tiene de mezquindad, sino también por lo que tiene de negación infantil de una realidad innegable. En el capítulo de las ocurrencias prodigiosas, tenemos la propuesta de Pérez Royo, catedrático de Derecho Constitucional: que los condenados por prevaricación se querellen contra los jueces por prevaricación, con el argumento de que «el presidente de un gobierno autónomo no tiene capacidad para prevaricar», desde la suposición –imagino– de que los presidentes se limitan a cortar cintas en las inauguraciones y a declamar el discurso navideño. El siempre locuaz Bono, por su parte, ha culpado del delito a la jueza: más presos políticos.
Según era previsible, algunos partidos de la competencia se han apresurado a reclamar la dimisión de Sánchez, por el efecto salpicadura, con lo cual se han equiparado en insensatez política a quienes procuran exonerarse de un problema interno. (Con arreglo a la lógica de los anacronismos, si Sánchez tiene que dimitir por la condena a dos expresidentes autonómicos de su partido, Casado tendría que disolver el suyo por la condena a muerte de Grimau que no conmutó un Consejo de Ministros franquistas del que formaba parte Fraga, pongamos por caso.)
Tiempos revueltos, como casi todos. Tiempos desalentadores. Si la izquierda se resiste a asumir sus errores concretos de gestión, caerá en la contradicción generalizada de su discurso. Y, sobre todo, algunos deberían comprender que un entramado criminal no puede convertirse en el cuento de Robin Hood: un gobierno que robaba al gobierno para socorrer a los parias de la tierra, en especial a los de la Sierra Norte sevillana. Por ahí no.
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