Una creencia propia de la juventud es que nada malo puede sucederte con veinte tacos; esto, escrito por un viejales como yo, suena a chochez, pero lo dice alguien que también tuvo esa edad y menos. Un rasgo característico de quienes forman parte de ... ese grandísimo bloque social es la sensación de ser inmortal que casi todos hemos sentido durante años jugando de cerca con el riesgo, o directamente con la muerte. Incluso cuando algún colega se partía la crisma en un accidente de tráfico, asistíamos al entierro y luego nos íbamos de copas con el coche en recuerdo del finado.

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Sirva este largo preámbulo para criticar a esos chicos y chicas que se divierten apretujados y sudorosos con la mascarilla colgada del brazo, y aunque también hay adultos igual de idiotas es raro ver a estos últimos apelotonados tras hacer la prueba de selectividad, o saliendo de marcha sin guardar ninguna medida de prevención en estos tiempos de pandemia.

Sé que lo que firmo hoy es predicar en el desierto, y que cada cual tiene derecho a jugar con el peligro como le plazca. Pero la gran diferencia entre correr un encierro o salivar en la cara del vecino de terraza es que en el primer caso puedes llevarte una cornada en la taleguilla; y en el segundo, poner en riesgo a centenares de amigos, familiares y desconocidos a quienes no les va a hacer ni puta gracia que un imbécil los contamine a sabiendas de que es muy posible.

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