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Parece ser que al presidente Sánchez todavía le importa menos que a su ministro la posición de Europa sobre el respeto a las libertades democráticas en la Venezuela de MaduroPrimero que no. Después que sí. Más tarde que de modo casual. Finalmente que el encuentro entre José Luis Ábalos y Delcy Rodríguez se produjo ... con toda la intención. Para evitar, mayormente, que la número dos de Maduro pusiera pie en territorio español, lo que hubiera dado lugar a un serio incidente diplomático, ya que la vicepresidenta bolivariana tiene prohibida la entrada en la Unión Europea.
Parece ser que al presidente Sánchez todavía le importa menos que a su ministro la posición de Europa sobre el respeto a las libertades democráticas en la Venezuela de Maduro. Ayer omitió toda referencia a los hechos durante su visita a Fitur. Tal vez porque todavía rondase por los pabellones de la feria Félix Plasencia, el ministro de Turismo de Venezuela y amigo de Ábalos, que viajaba en el mismo avión que Delcy Rodríguez. O tal vez porque lo que verdaderamente le importa es que quede claro de qué parte está su Gobierno. Aunque Angela Merkel ya lo haya hecho en Davos, y Emmanuel Makron esté dispuesto a hacerlo muy pronto en el palacio del Elíseo, él no recibirá a Juan Guaidó durante su visita a España. Aunque el alcalde y la presidenta de la comunidad madrileña le reconozcan con rango presidencial, Pedro Sánchez enviará en su lugar a la ministra de Asuntos Exteriores. Quizás para que ella le explique, de primera mano, qué significado tiene eso de que «Spain is back». Ahora ya sabemos algo más de la letra pequeña del pacto de gobierno con Unidas Podemos.
Podría parecer poca cosa, pero no lo es. De hecho, el incidente ha provocado la reacción inmediata de los dos predecesores socialistas de Sánchez. En su intento de que nadie le arrebate su primera posición en la nómina de los peores presidentes de la democracia, José Luis Rodríguez Zapatero se ha apresurado a apoyar la posición del Gobierno, añadiendo además de su cosecha que lo que tenemos en España sobre lo que ocurre en Venezuela es «mucha desinformación». Y frente a él se ha visto obligado a hacer oír su voz el propio Felipe González, recordando que las principales democracias de Europa y de América consideran a Guaidó, en su condición de presidente de la Asamblea, «presidente encargado de la República». Con todas las letras.
«Los venezolanos no tienen pecados», le dijo el papa Francisco al tirano Maduro cuando le dio audiencia en la Santa Sede hace siete años. Hacía muy poco que el mismísimo Hugo Chávez se le había aparecido a Maduro, en forma de pajarillo, durante sus oraciones. Muchos han tenido que ser los pecados de Venezuela en este tiempo, como para merecerse vivir en purgatorio tal. O a lo mejor es que no. Que a pesar de que el propio Maduro lo diga, lo prodigue, lo blasone y hasta lo grite, lo que pasa es que estamos desinformados. Y que no acabamos de entender la envergadura del cambio que nos espera con este Gobierno de coalición. Si no lo fuera ya de facto, le veo a Ábalos muy pronto de vicepresidente quinto, dedicado a los transportes (internacionales), a la movilidad (global) y a la agenda (exterior). Qué inmaduros.
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