Inflación de tontos

Ocurrió con la pandemia, que se convirtió en una excusa redonda para justificar decisiones, desde personales a profesionales. Una y otra vez nos machacaron con los ERTE, so pretexto que el virus obligaba, cuando no en todos los casos era así. El argumento perfecto para vendernos que gracias al Gobierno y a su superministra Yolanda Díaz –¡qué fácil es ser comunista en un país que no es comunista!– habíamos salvado el pellejo laboral.

Excusas que funcionan, como las de ahora ante otra crisis, la energética, con la subida de precios generalizada que nos ha llevado en febrero a una disparada inflación del 7,6%, la más alta en 35 años, y que el Gobierno atribuye a Putin. Pues arreglado todo, la culpa del ruso ese que, como ya planeaba invadir Ucrania el otoño pasado, la inflación que es muy espabilada y ladina le leyó el pensamiento y comenzó a desbocarse. Un argumento tan burdo, que solo pueden asumir sin ruborizarse los más apasionados de Sánchez.

Ya tienen excusa, al menos para «entre diez días y cuatro semanas más», que es el tiempo que estima la ministra de Defensa que durará la guerra. Una previsión que, según todas las casas de apuestas, puede estar en la línea de la de Fernando Simón cuando hace dos años aseguró que la covid como mucho generaría «uno o dos casos».

Y si se acaba esta excusa del malvado ruso, tendrán otras, con el loable propósito de no disparar la inflación de tontos.