El reciente matrimonio entre ERC y Junts por Catalunya ha dado como fruto un nuevo president, Pere Aragonés, que como ya lo era –en funciones–, más que nacido es un renacido, como Leonardo DiCaprio en aquella película de los fríos de Montana y el oso ... grizzly. El ministro Iceta, que viene a arreglar las políticas territoriales, dice que Sánchez y Aragonés hablan a menudo por teléfono, y eso es esencial para que la familia política se lleve bien, porque el WhatsApp es la incomunicación y el malentendido perpetuo. Y nos anuncian que las mesas avanzan, como los días con sus noches, como los amores con sus desengaños…

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En el menú de verano se anuncia la cuestión de los indultos a los líderes del procés, amén del cambalache: la gavilla de consejerías que Aragonés les ha dado a los de Puigdemont, el quimérico inquilino del 'Consejo' (gobierno en paralelo de Waterloo), a cambio de su ansiado sillón en el Govern. Este organismo, impulsado por CatGlobal y CatCip, reparte desde abril un documento que acredita por diez pavos una 'identidad digital republicana' a quien la solicite. Es decir, un cat-carné para los 'cats' que se inscriban y maúllen de gusto gracias al millón de euros de presupuesto que maneja. Se esperan interesantes debates en las Cortes sobre el independentismo S.A., porque todos los indepes ya andan por allí llevándose tajada de ese milloncejo. Menos usted y yo, claro. Que en esto y no en otra cosa consiste el (des)gobierno del pueblo, pero sin el pueblo, amore.

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