Incertidumbre tras Merkel

El hasta ahora ministro de Finanzas en el Gobierno de gran coalición ha rentabilizado una imagen de gestor sólido y solvente frente al democristiano Armin Laschet, que ha cometido groseros errores en la campaña y a quien ni siquiera el apoyo de Merkel –la política mejor valorada todavía por los ciudadanos y con apoyos más allá de lo que representa su partido– ha impedido cosechar el menor respaldo para sus siglas desde la posguerra.

Con un arco parlamentario muy fragmentado en un país en el que la estabilidad es un valor incuestionable, Scholz y Laschet fían su común objetivo de alcanzar la Cancillería a un complicado pacto con Los Verdes y los liberales. La disparidad de criterios entre ambos grupos hace presagiar una compleja y prolongada negociación. Los comicios dibujan un giro a la izquierda, con el SPD resucitado de sus cenizas y una CDU seriamente debilitada tras el adiós de Merkel y expuesta a una dura travesía del desierto si es desalojada del poder. Aunque no son previsibles bruscos volantazos sea cual sea la composición del próximo Ejecutivo, en él se dejará notar la influencia de los ecologistas, la tercera fuerza más votada, que hace apenas unos meses encabezaba los sondeos y abierta a pactar con los socialdemócratas o los democristianos. La extrema derecha de AfD, excluida de cualquier pacto, se afianza en el Parlamento y los poscomunistas de La Izquierda siguen sin ser relevantes.

No es conveniente que se prolongue en el tiempo la incertidumbre que dejan las elecciones de ayer. Ni para Alemania ni para la UE, que precisan certidumbre y un rumbo claro para encarar sus principales desafíos en una coyuntura de extrema complejidad.