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Mariano Rajoy y Pablo Casado, el 4 de diciembre pasado. JuanJo Martín-EFE
El fin de la impugnación

El fin de la impugnación

Alguien tiene que agarrar de una puñetera vez pico y pala y construir algo que sea un poco mejor

Lorenzo Silva

Valladolid

Martes, 10 de diciembre 2019, 07:18

Hace ya demasiado tiempo que vivimos, sobre todo algunos, en 'y de la impugnación'. La descripción vale para algunos de los más llamativos movimientos de los últimos tiempos, exitosos, de capa caída o ya descalabrados. Vale, por ejemplo, para los auges sucesivos de Podemos, Ciudadanos ... y Vox. Vale, también, para el independentismo catalán, en su versión más añeja de Esquerra, la más punki –aunque tampoco nueva– de la CUP o el potaje que a partir de un 'establishment' desvencijado por la rapiña y unas gotas de nihilismo folk y pop ha perpetrado Puigdemont con lo que por ahora gira bajo la etiqueta JxCat. Vale, incluso, para el PSOE de Sánchez, basado en la enmienda a la totalidad de la herencia del férreo mandarinato ejercido por González y sus lugartenientes atrincherados en el aparato del partido o, en una medida mucho más leve, para la indecisa reacción a Rajoy que representa Casado, agarrotado por el escalofrío que produce su lejano inspirador Aznar cuando emerge de su gruta.

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